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Arranca la XII Legislatura

El reto que sabe a premio

Ana Pastor, fiel escudera de Rajoy, da un salto para coger las riendas de un Congreso multipartidista en una legislatura de pactos

El reto que sabe a premio

Siempre ha estado en todas las quinielas abiertas sobre su partido. Hasta en las más recientes, en la antesala del 26-J, cuando Ana Pastor sonó como hipotética sustituta de Mariano Rajoy al frente del Gobierno. Juan Carlos Girauta, diputado y una de las caras más visibles de C's, la incluía entre las opciones posibles de consenso para el apoyo de su partido, en aquel momento con las puertas cerradas a cal y canto ante la posibilidad de facilitar la continuidad del actual presidente en funciones. E incluso el jefe del Ejecutivo cántabro, Miguel Ángel Revilla, daba por hecho que Rajoy la nombraría para tender la mano a los de Albert Rivera y así los populares retendrían el poder en Moncloa. A Pastor, sin embargo, es difícil verla un paso por delante del líder de su partido. Va a su lado. Desde siempre. O un paso por detrás, como los fieles escuderos. Porque entre los dos existe un lazo de lealtad labrado desde sus comienzos en la política regional gallega, que la ya presidenta del Congreso no disimula cada vez que toca defender al jefe, sobre todo en estos últimos años de erosión pública por los efectos de la crisis y los gravísimos casos de corrupción. "Es el mejor aval y activo del PP", sostenía con insistencia Pastor en su última entrevista. No extraña, pues, que la escudera y amiga reciba de manos de Rajoy la propuesta de presidir la tercera institución del Estado.

Es, sin duda, un premio a su larga, larguísima trayectoria en la gestión pública. De la que se siente muy orgullosa. A ella se agarraba en las sucesivas explosiones provocadas en las tripas populares por los Bárcenas y los Rato para exprimir la idea de que en política no son todos iguales y que cualquiera que se aleje de la honradez no debería tener un lugar ni en la administración ni en un partido. Se ve claramente cuando algo no le gusta. Lo dice a micrófono abierto y lo refuerza cuando la grabadora se apaga e incide una vez más en que la política "no está para lucrarse".

Todo lo hecho hasta ahora por esta zamorana de nacimiento (Cubillos del Pan, 1957) y gallega de adopción demuestra que la unanimidad que existe en destacar su apego al trabajo es por algo. La leyenda alimenta esa imagen. Su supuesto berrinche por sacar un notable cuando era estudiante. Sabía lo que era tener lo justo para vivir en casa, hija de labradores con dos hermanos más. Así que los estudios se convirtieron en su trampolín y sin su carrera de Medicina no se entendería nada de lo que vino después. Los primeros cargos de gestión sanitaria en la Xunta, para luego dar el salto al ruedo nacional. Fue subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura, cuando Rajoy estrenó su primera cartera, hasta que Aznar la encumbró como ministra de Sanidad en 2002.

Probablemente por la vocación profesional lo suyo siempre fue más la administración práctica, la lidia con el día a día del servicio público, que el enredo político y la disputa mediática. Una ventaja para afrontar los no pocos problemas que se ha encontrado en las tareas del Ministerio de Fomento, donde Rajoy, otra vez Rajoy, la colocó tras su victoria electoral en 2011. A Pastor se la pudo ver en el rol de diplomática ante la amenaza de bloqueo de las obras del Canal de Panamá por los sobrecostes exigidos por el consorcio encargado de los trabajos, liderado por la española Sacyr. O en los muchos problemas que aún arrastra el AVE de La Meca. La "marca España" cayó en sus manos.

De lo cercano que más presume es del giro a beneficios de Aena y Renfe, pese a que en el área de ferrocarril está el que fue uno de sus peores momentos como ministra de Fomento y gestora: el accidente del Alvia en Angrois, que se cobró la vida de 80 personas y más de un centenar de heridos. El siniestro le llevó a revisar a fondo la seguridad de las instalaciones del tren en España, pero las críticas por parte de las víctimas por la falta de responsabilidades más allá de la del maquinista y los supuestos peligros que había en la curva le persiguen todavía hoy.

Su experiencia, su eficiencia. Que ninguno de los innumerables escándalos que merodean a su partido le haya salpicado. En los círculos del PP hay una larga lista de causas posibles para explicar por qué Rajoy la quiere en el Congreso, donde ya fue vicepresidenta segunda entre 2008 y 2011. Pero la que más pesa es esa cercanía inquebrantable con el presidente, en ese G-8 interno del Consejo de Ministros, como se bautizó a los más apegados a Rajoy, que abandona para poner a prueba otra vez su fama de persona dialogante en una legislatura que, vista la animación de la anterior, no será muy aburrida.

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