Galicia, y especialmente Pontevedra, vivió ayer la segunda jornada negra de este verano en la lucha contra los incendios. El fuego ha arrasado 1.000 hectáreas en el arranque de la semana, y solo ayer las olas devoraron la mitad de esta superficie. El peor dato es que los primeros indicios apuntan a que una vez más los incendios fueron intencionados. El fuerte viento y montes sin limpiar ayudaron a elevar la cifra de la superficie calcinada. El daño se concentra en tres grandes fuegos, y los tres en la provincia de Pontevedra. El peor, el de Cotobade, con 365 hectáreas quemadas. Fue provocado. Tuvo tres focos de inicio, a los que se unieron después otros dos. Ayer continuaba en situación 2 de alarma por la proximidad de viviendas a la zona del fuego.

El segundo, el de Caldas de Reis y Vilagarcía, con 290 hectáreas devoradas, está estabilizado, igual que el tercero, el de Ponteareas y Mondariz, con 160 hectáreas calcinadas. Al cierre de esta edición, un cuarto fuego, que saltó a mediodía de ayer, el de Redondela estaba descontrolado y amenazaba varias viviendasEn sus primeras horas, ya había hecho estragos en más de 70 hectáreas. Las localidades coruñesas de Cee, Padrón, Ribeira y Rianxo también sufrieron el drama de las llamas.

Detrás de las cifras de la superficie quemada, 900 hectáreas en solo dos jornadas, está el drama de vecinos que estuvieron a punto de perder sus casas y sus fincas, el sacrificio y el miedo de personas que pasaron la noche en vela intentando apagar las llamas que se acercaban a las puertas de sus hogares, de convecinos que auxiliaban a quienes estaban en peor situación, y de mayores, algunos enfermos y dependientes, que se vieron forzados a dejar su hogar y ser evacuados. La Xunta, con la ayuda del Gobierno central, movilizó a sus efectivos para combatir de día y de noche el fuego, un despliegue que no convence a todos y ya ha suscitado las primeras críticas.

Un manto de ceniza se extiende por Cotobade

Un manto de ceniza se extiende por Cotobade

Toda ayuda era poca. Así María del Placer Barbeito, de 80 años, y vecina de A Fontenova, en Cotobade, después de una noche sin dormir, atenta al avance de las llamas, se pasó la jornada de ayer echando cubos de agua sobre la tierra quemada de su finca para evitar que el fuego reviviese. Y a la pregunta de dónde sacaba las fuerzas, contestó: "Vale más mi genio, que la fuerza de algunos", y de paso deslizaba una denuncia: "Todos los años pago 500 euros para me limpien las fincas, pero la gente no lo hace y está muy mal".

Más duros fueron otros vecinos. "A los incendiarios, había que quemarles las manos, Dios me perdone", clama Delfina Gesteira, que perdió una finca de castaños en Cotabode. En este municipio de Pontevedra, el Seprona ya empezó ayer a hablar con los vecinos para investigar el origen de un fuego, que los primeros indicios apuntan a que fue intencionado. "Tenemos un hándicap muy importante (en la investigación) que son los montes de eucaliptos. Su hoja es ligera y vuela bastantes metros. Suelen estar incadescentes e inician otros focos secundarios que nos pueden despistar a la hora de determinar el inicio", explicaban ayer desde el Seprona.

"Miedo"

Para los vecinos de Vilagarcía y Caldas de Reis afectados por el fuego, la noche del lunes fue también un infierno, pues decenas fueron desalojados de sus casas y pensaron que "se quedaban sin nada", como José Abal y su esposa Sonia Vázquez. "En media hora, las llamas sobrepasaban el tejado, era impresionante. Horrible", cuenta Sonia y su abuela apostilla: "Nunca en mi vida lloré tanto, creí que estaba ardiendo la vivienda de mi nieta".

"Pasé miedo, fue un susto muy grande porque había fuego por un lado y por el otro. Nunca vi nada parecido", recuerda Lucía Seco, otra octogenaria que fue desalojada de su casa en la parroquia de Castroagudín, en Cotobade, mientras su yerno, Manuel Miguéns, fue a buscar a la madre de su esposa, sin saber que ya había sido evacuada: "Era imposible ver por el humo y faltaba mi suegra. Fue un susto". El fuego se quedó a seis metros de la casa de Lucía Seco.