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¿Una candidatura sin Rajoy?

La importancia de que el PP busque una mayoría integradora estable a costa de sacrificios personales

¿Una candidatura sin Rajoy?

La reflexión más fecunda, de cuantas se haga Mariano Rajoy en su pausa vacacional, sería la de su generosa retirada como candidato a la presidencia del gobierno en la legislatura que no acaba de arrancar. No hay nada personal en esta hipótesis. Sería del PP el nuevo candidato, pero el "no" socialista y los recelos de Ciudadanos perderían gran parte de su sentido, hasta ahora incuestionable. Enrocarse en la culpa obstructora de Pedro Sánchez sin valorar siquiera la de Rajoy es un subterfugio interesado, un sofisma de parte. Los votos al PP son del PP, no de su presidente, el peor valorado de todos los candidatos. Además, la teoría sociopolítica atribuye a la persona del líder tan sólo un 10% de los resultados de cada partido.

Esta circunstancia está en escena desde las urnas del pasado diciembre. El éxito de los populares estará en su capacidad integradora de una mayoría estable, no en la defensa numantina de un presidente con muy escaso apoyo social. Es obvia la lealtad sin fisuras -aparentes- que el PP orgánico manifiesta a su líder, pero el inmediato futuro de España en una Europa tozuda y débil reclama formas y actitudes nuevas, no el continuismo de las practicadas con tanto sacrificio de las clases medias y populares. Los seis puntos que condicionan el apoyo de Ciudadanos a Rajoy pasan de largo sobre ese daño -grave error- y el nerviosismo de Rivera denota el miedo a quedar de pardillo entre objeciones y matices azules.

Una cosa es lo que defienden la secretaria general y el cuarteto de vicesecretarios populares, y otra lo que necesita el país. Hay en el gobierno en funciones y sus aledaños personas exentas de toda sospecha de corrupción que podrían encabezar una candidatura diferente. Ana Pastor, Soraya Sáenz de Santamaría, García Margallo y Alfonso Alonso, entre otros, probablemente serían bien recibidos por su base social. No son críticos de Rajoy, pero aparentan ser distintos, que es de lo que se trata. En el dilema entre tirar la toalla hasta las terceras elecciones o comenzar de una buena vez a gobernar con el apoyo de una mayoría estable -por acción u omisión-, el buen camino está muy claro. Si sólo es posible sin Rajoy, que valore cada cual sus responsabilidades con la nación.

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