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Duelo de tiempos

La resistencia del candidato popular a someterse a la investidura y el empeño del PSOE en que lo haga

Duelo de tiempos

Pensábamos que las caminatas por Ribadumia eran la forma de Rajoy de rematar un tiempo ya muerto cuando lo que hacía era entrenar para ser lento. "Para ir más despacio no se ha encontrada nada mejor que andar". La frase podría ser del presidente en funciones pero lleva la firma de Frédéric Gros en su ensayo "Andar. Una filosofía". Con un pensamiento alejado del filosofar inmortal recién liberado de las mezquindades del ser, Gros sostiene que "en la marcha, la señal auténtica de la seguridad en uno mismo es la lentitud". Probablemente sin conocerla, Rajoy ha hecho suya la frase y en torno a ella gravita eso que el coro de aduladores llama su "magistral dominio de los tiempos". Habilidad que se sustancia en su resistencia a toda presión externa para imponerse a los demás por la vía del tedio.

Tanto recurrió a esa magia personal que todos -excepto el primerizo y decepcionado Rivera, incapaz de resistir a la presión de la quietud- desarrollaron ya capacidades similares para el enroque, esas que desplegadas ahora han llevado a la política nacional a una parálisis total.

Fiel a su propia divisa de que "a veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión y esa es también una decisión", Rajoy salió del comité ejecutivo tan limpio de todo propósito esclarecedor como había entrado. No hay respuesta a la condiciones previas a la negociación de Ciudadanos ni fecha para someterse al debate de investidura.

Como ya hiciera en la legislatura pasada, el candidato popular mantiene la resistencia a su destino, que es el de no conseguir la presidencia ni en primera ni en segunda convocatoria. Sólo después de la derrota en el Congreso de su aspiración a repetir como jefe del Ejecutivo se abrirá la fase en la que los socialistas entren a considerar posibilidades alternativas a su rechazo frontal. Excluida una nueva intentona de Sánchez, carente de toda garantía de prosperar, algunas destacadas figuras del PSOE dejan entrever que podrían acceder a abstenerse para dar paso a un Gobierno del PP encabezado por alguien distinto de Rajoy, que además se comprometa en la reversión de los aspectos más sangrantes en lo social de las crudas reformas de estos años pasados. Una vez que medidas como la reforma laboral han conseguido el buscado ajuste interno -denominación técnica del empobrecimiento general de la población, con especial incidencia en los sectores más vulnerables- cualquier suavización resulta incluso beneficiosa para una economía que se sustenta sobre el consumo.

En su empeño de conseguir la foto de un Rajoy doblegado en el Parlamento, el PSOE se ha mimetizado con el candidato del PP en la forma de utilizar el arma perversa del transcurrir de los días. Estamos inmersos en un duelo de tiempos cuyo desenlace sólo comenzará en el momento en que se ponga fecha al debate de investidura. Mientras, el ritmo de la política seguirá por un lado y el del mundo por otro.

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