Un Pedro Sánchez serio, poco flexible en las réplicas y algo escaso de recorrido para lidiar con un Mariano Rajoy instalado en la ironía, abrió ayer la segunda jornada de la fallida investidura. Sánchez se empleó a fondo para justificar su rechazo y no traslució la menor intención de encabezar la alternativa a la que le invitan Podemos, ERC y el PDC. Lo que sí dejó claro es que el PSOE no se va a dejar endosar la responsabilidad de que los españoles sean llamados a eventuales nuevas elecciones.

Su cara a cara con Rajoy fue subiendo de tono en réplicas y dúplicas, hasta el punto de que el Presidente le pidió que rebajara un poco su acritud, habida cuenta de que él le estaba tratando con "deferencia", obligado, admitió, por la necesidad de pedirle una abstención que le permita gobernar.

Sánchez empezó argumentando que su no rotundo se basa en "el compromiso" y en "la coherencia", ya que "nadie", dijo, "puede pedirnos que apoyemos aquello que aspiramos a cambiar". Admitió que España "necesita un Gobierno, pero no un mal Gobierno", sino uno "limpio, social y creíble". Todo lo que, a su entender, no sería el del líder popular. Aunque, matizó, "afortunadamente hay vida más allá de Rajoy".

Para el cabeza de filas socialista, Rajoy no es una persona de la que los ciudadanos se puedan fiar, defecto al que sumó la falta de credibilidad, los atentados a los derechos y libertades, los recortes, de nuevo los recortes, y, como pináculo, el amparo a la corrupción.

Para Sánchez, de hecho, la corrupción es la clave de bóveda de su rechazo, porque abstenerse, dijo, sería "sobreseer" la "suma letal de casos" que afecta al PP. Tras enumerar una docena larga de delitos, el socialista concluyó: "Ustedes están investigados por casi todo el Código Penal".

Además, para Sánchez, Rajoy está instalado en un "permanente rechazo" a "entender la diversidad de España", lo que le incapacita para pilotar unos años en los que el conflicto territorial, "que ha agudizado" con su actitud, exigirá una "reforma federal".

Con esos mimbres, Sánchez no se extraña de que Rajoy carezca de apoyos para ser reelegido, pero se niega a aceptar que el PSOE tenga que formar parte de la solución. "La responsabilidad de ser incapaz de lograr apoyos es exclusivamente suya", le espetó. Además le acusó de pretender chantajearle con el fantasma de las terceras elecciones, que caerían el día de Navidad, y acusó a la presidenta de la Cámara, Ana Pastor, de haber "dejado el Congreso por los suelos" al aceptar una fecha de investidura que desemboca en el 25-D.

Rajoy, que insistió en su petición de que el PSOE no bloquee la formación de Gobierno, se defendió asegurando que quiso hablar con Sánchez sobre la fecha y éste se negó. Aseguró que cualquier día que hubiera escogido le habría parecido mal y se preguntó si habrá que ir a las urnas hasta que salga un resultado que guste al secretario general del PSOE. No obstante, después ironizó al considerar que "no hay que preocuparse mucho, porque usted ha reiterado hasta la saciedad que de ninguna manera se van a celebrar otras elecciones". En cuanto a la corrupción, sostuvo que no es más limpio "quien escenifica indignación, sino quien más se esfuerza de verdad en combatirla". Y, ya lanzado al contraataque, se defendió de la cascada de acusaciones con un "si yo soy tan malo, ¿cuánto de malo es usted? ¿pésimo?", en alusión a los 52 escaños que le saca el PP al PSOE.