El candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, consumó ayer en segunda votación el fracaso de su intento de investidura. Rajoy obtuvo 170 votos favorables (los de PP, Ciudadanos y Coalición Canaria), por 180 en contra (los del resto de los diputados), con lo que no consiguió la mayoría simple -más votos a favor que en contra- que le hubiera franqueado el paso a la jefatura del Ejecutivo. La votación repitió el resultado de la celebrada el miércoles, aunque en aquella ocasión se exigía a Rajoy el respaldo de 176 diputados, la mayoría absoluta del Congreso.

Al margen del resultado de la votación, que se daba por descontado, la tercera sesión del Pleno de investidura resultó muy animada en el tono de las intervenciones -diez minutos para el candidato y cinco para cada grupo parlamentario- y orientó sobre las líneas que puede seguir la negociación política en los casi dos meses que tienen todavía de plazo los partidos para tratar de evitar unas terceras elecciones.

La primera señal la envió el líder socialista, Pedro Sánchez, que fue el segundo en intervenir, tras el candidato fallido. Tras una dura andanada de descalificaciones a la política de Rajoy -en la que enfatizó que ni siquiera se fían de él sus socios de Ciudadanos-, Sánchez cerró su parlamento con una frase calculadamente ambigua: "Si actuamos todos con altura de miras y generosidad seremos capaces de dar con una solución a este bloqueo, y el grupo socialista formará parte de esa solución".

Este llamamiento fue inmediatamente interpretado en varios sentidos, desde el intento de reeditar el fallido acuerdo a tres bandas con Podemos y Ciudadanos, hasta la posibilidad, mucho más remota, de encabezar un Ejecutivo de izquierdas con Podemos que, al prescindir de Ciudadanos, tendría que apoyarse en los independentistas. Sin olvidar la aún más remota opción de conceder a los populares las abstenciones que necesitan, a cambio de la cabeza de Rajoy.

La testa del presidente saliente fue la que pidió de frente en su intervención -la cuarta de la tarde- el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Tras haber fracasado en marzo con la investidura de Sánchez y hacer lo propio ahora con la de Rajoy, Rivera llamó a PP y PSOE a la reflexión, se opuso en cuerpo y alma a unas terceras elecciones -"serían decir que el voto de los españoles no vale nada"- y pidió perdón en nombre de su partido por "el fracaso" del Congreso de los Diputados. "Me siento partícipe del fracaso de esta Cámara" en la tarea de conseguir formar un Gobierno, dijo Rivera.

El meollo de su intervención, sin embargo, fue el anuncio de que el pacto de investidura alcanzado el pasado domingo con el PP ha llegado a su fin mientras el candidato siga siendo Rajoy. "Nosotros estaremos a la expectativa si algún candidato del Partido Popular tiene una investidura viable, pero investiduras que no sean viables, no, señor Rajoy. No vamos a seguir participando en este teatro", dijo. Esta ruptura, anunciada antes de que se llegara a la propia votación, irritó notablemente a los populares, cuyo portavoz, Rafael Hernando, se reafirmó en que Rajoy seguirá siendo su candidato y advirtió a Rivera que "no se firma un pacto para quince minutos".

Pablo Iglesias precedió al líder naranja en la tribuna de oradores. El suyo fue un discurso vibrante, en tono de mítin, para solemnizar la muerte del bipartidismo y resaltar la posibilidad de una alternativa cuyo núcleo sea un entendimiento entre el PSOE y Podemos. Iglesias felicitó a los socialistas por no abstenerse para facilitar un Gobierno del PP, pero también les pidió "que se aclaren" y decidan si quieren una alternativa. "Si no quieren un acuerdo con nosotros, entonces quieren elecciones hasta que el resultado les guste", dijo, recuperando un argumento empleado el miércoles por Rajoy.

Tras los cuatro grandes espadas, llegaron las intervenciones de los minoritarios. ERC volvió a convertir su intervención en una proclama independentista, mientras que el PDC (antigua Convergencia) se ofreció a Sánchez para apoyar una alternativa, con la exigencia implícita de permitir un referéndum soberanista. En cuanto al PNV, su portavoz, Aitor Esteban, se mantuvo firme en que el no de su grupo a Rajoy vale para antes y para después de las elecciones autonómicas vascas del próximo día 25.