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Fracaso circular y el abismo de las terceras elecciones

La baronesa andaluza Susana Díaz, que se ofrece a "coser" el partido, muñó la estrategia que aupó a Pedro Sánchez, del que ahora reniega, y es corresponsable del punto crítico en que se encuentra el PSOE

Periodistas ante la sede del PSOE en la calle Ferraz. EFE

La crisis que sufre el PSOE nace ya de los largos hilos de poder que ha tratado de manejar la que ahora se ofrece para "coser" un roto que, en cierto modo, ella comenzó: Susana Díaz. La presidenta andaluza bendijo a Pedro Sánchez como candidato a secretario general del PSOE en 2014 frente al otro aspirante, Eduardo Madina.

El expresidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, también fue uno de los padrinos del chico de buena planta que ahora parece el causante de todos los males del partido. Dos años después, dos elecciones generales por medio y varios infructuosos intentos por doblegar a Sánchez frente al criterio de la todopoderosa federación andaluza han dado la vuelta a la tortilla y colocado en el mismo bando a Díaz y a Madina.

Pedro Sánchez pasó de ser uno más de los diputados socialistas a protagonizar un runrún insistente en algunos círculos socialistas como opción para ser candidato electoral. El alcalde de Corvera, Iván Fernández, fue de los primeros en advertir de su recorrido político cuando entre muchos de los socialistas asturianos apenas era conocido. Sánchez recorrió agrupaciones, una tras otra, ganando simpatías.

Tras la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba, el PSOE inició un proceso de primarias para elegir al secretario general. Sánchez dio el paso, frente a Eduardo Madina (que reunía en apariencia el apoyo mayoritario) y José Antonio Pérez Tapias. Que Susana Díaz se decantase por Pedro Sánchez (y de paso ella misma evitase enfrentarse a Madina sin garantías de victoria), fue determinante. "Este chico no vale, pero nos vale", aseguran que dijo Díaz tras dar la aquiescencia a la candidatura de Pedro Sánchez.

Paradójicamente, la mayoría de la Federación Socialista Asturiana, liderada por Javier Fernández, se mostraba más partidaria de Eduardo Madina, aunque la dirección del PSOE asturiano nunca expresó una postura oficial. Aquel apoyo a Madina aglutinó a sectores que hasta entonces habían mantenido sensibilidades diferentes.

El 13 de julio de 2014, las urnas dieron a Pedro Sánchez un 49 por ciento de los votos, frente al 36 por ciento para Madina y el 15 por ciento de Pérez Tapias.

Poco después de su proclamación, Sánchez evidenció que su docilidad era mucho menor de la que algunos sospechaban al considerarlo un candidato de transición para la posterior toma de control del partido por parte de la presidenta andaluza. Y en la misma composición de la ejecutiva federal, Javier Fernández tuvo su primer choque con Sánchez. El presidente asturiano esperaba continuar como presidente del consejo territorial del PSOE. La sorpresa para la delegación asturiana llegó cuando comprobaron que Sánchez había desalojado al barón asturiano. Esa misma noche se produjeron las primeras tensiones entre la dirección de la FSA y las dos asturianas que Pedro Sánchez sí integró en su núcleo duro: Adriana Lastra y María Luisa Carcedo. Sólo un golpe de mano de la FSA, con amenaza de marcha incluida, permitió que Fernández lograra un puesto nato en la ejecutiva con un cargo creado "ad hoc": el consejo para la Transición Industrial y Energética. Entonces se extendió la interpretación de que la propia Susana Díaz había bloqueado el paso de Fernández, aunque este extremo acabó negado por distintas fuentes. Anteayer, Díaz se deshizo en elogios a Javier Fernández, para quien pidió "respeto" porque "defienda lo que defienda es un gran socialista".

Las estrategias políticas para buscar un aparente hombre de paja han salido rana en los dos principales partidos: basta recordar las diferencias que han exhibido Aznar y Rajoy. El expresidente del PP optó por el gallego de los que formaban su tríada de candidatos al considerarlo el más obediente.

¿Cuál es la solución al escollo en que ahora se encuentra el PSOE? Difícil e irresponsable sería salir del comité federal de hoy con un bando de vencedores sedientos de sangre y otro de cadáveres. Peor aún, terminar con una falta de entendimiento hasta en qué es lo que se discute o qué se acuerda que acabase dirimiéndose en los tribunales.

Durante el día de ayer, Patxi López trató de tender puentes entre las dos posturas y, según fuentes próximas a la negociación, el encono entre ambas comenzaba a dar muestras de fatiga.

Tras la intervención de Pedro Sánchez al final de la tarde, dos impresiones quedaban en el ánimo de socialistas asturianos consultados. Primero, que la Ejecutiva había allanado el camino para evitar un comité federal enfangado en la disputa legal al establecer una dicotomía: o respaldar el calendario de congreso establecido por Sánchez o rechazarlo y dar lugar a una gestora porque él se negaría a administrar una posible abstención que dejase la puerta abierta a un gobierno del PP. Un todo o nada definitivo, acompañado de un guiño a la militancia y a su participación en la vida del partido. Puede ser el último signo de rebeldía de aquel candidato que Susana Díaz bendijo antes de convertirse en mártir: o quizás el órdago que le permita sentarse con pleno poder en el trono del PSOE.

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