Álvaro Nadal adelantó a su gemelo Alberto al menos tres veces en su vida: la primera al nacer, porque lo hizo unos minutos antes; la segunda al opositar a economista del Estado, porque fue el primero de la promoción justo por delante de su hermano, y la tercera este viernes, al convertirse en ministro, vocación y ambición que, se dice, comparten ambos gemelos, que hasta ahora compartían también el rango de secretarios de Estado: Álvaro, como director de la Oficina Económica de Moncloa y consejero de Mariano Rajoy, y Alberto, como responsable de la política energética dentro del Ministerio de Industria que encabezó José Manuel Soria.

El nuevo ministro lo es de Energía, Turismo y Agenda Digital, y una parte de la cartera que ayer heredó de Luis de Guindos (titular en funciones de las competencias de Soria desde la caída de éste por el escándalo de las cuentas en Panamá) está ocupada por la gestión de su propio hermano. Dentro hay asuntos que competen muy principalmente a Asturias

Juntos o por separado -aún no se ha confirmado si Alberto, ausente ayer en la toma de posesión de su hermano, continuará como secretario de Estado bajo sus órdenes, pero se le atribuyen ofertas para salir al sector privado- los Nadal pueden convertirse en los gestores del final de la minería del carbón. El ministro recibe un sector que agoniza porque se acerca la fecha el 31 de diciembre de 2018 (cuando, según la UE, deberán cerrar todas las explotaciones no competitivas, como las de Hunosa) y también porque, sostienen sindicatos y empresas, la política que pilotó Alberto Nadal, con incumplimientos y retrasos en materia de ayudas a la minas y de incentivos a las eléctricas para que consuman el carbón, ahogan a los centros extractivos privados, entre ellos los del Suroccidente asturiano. Vienen dos años en los que lo que queda de esa minería (2.900 trabajadores en toda España) intentará movilizar el apoyo de sus comunidades (el Principado y Castilla y León, sobre todo) para evitar la liquidación y exigir más compensaciones para las comarcas carboneras en tiempos de penurias presupuestarias y de jibarización de la influencia política de un sector que hace 30 años la tenía toda en Asturias.

De un Nadal a otro Nadal pasará también la llave que mantiene cerrada la regasificadora de El Musel. El complejo está sin uso desde el final de las obras, en 2012, cuando el Gobierno lo "hibernó" ante la evidencia de que entonces no era necesario y para ahorrar costes en la tarifa del gas. Y está sin licencia desde que este año el Supremo anulara la autorización urbanística. Alberto Nadal se plantó varias veces ante las peticiones del Principado y de Enagás para activar procesos de apertura y de legalización. La última palabra será ahora del gemelo ministro, de quien dicen que no suele pensar muy distinto de su hermano en asuntos energéticos.

Rajoy ha separado las áreas de Industria y Energía, algo que parece ir contra la lógica económica y que más lo parece si, por ejemplo, se piensa en el asunto de la tarifa eléctrica para la gran industria (Alcoa, Azsa, Arcelor...), tan relevante para Asturias: donde antes había un problema para conjugar dentro del mismo ministerio el interés en no recargar los costes del sistema (subvencinando la factura de estas empresas) y el de evitar el riesgo de cierres, ahora ese conflicto lo tienen dos ministerios. El de Economía de Luis de Guindos, que asume la política industrial, y el energético de Nadal. Si se considera que en este Gobierno, como en el anterior, la industria no tendrá siquiera rango de Secretaria de Estado, puede conjeturarse que el kilovatio parte con ventaja.