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Pedro Sánchez se queda colgado

El ex secretario general del PSOE quiso usar para su propio interés a los mismos poderes a los que luego culpó de su caída

Pedro Sánchez se queda colgado

Cuando Pedro Sánchez lanzó su particular diatriba contra los poderes que, a su juicio, le habían impedido gobernar pese a que las urnas ya le habían descartado, no se percataba de que su planteamiento podría acabar dando la vuelta como un calcetín.

El ex secretario general de los socialistas ha dado muestras de decir hoy una cosa y mañana la contraria. La prueba estuvo en su acusación a esa entelequia informe y fantasmagórica que es el Ibex-35, que protagonizó, dijo, una conspiración perversa contra él. Lo afirmó una vez, lo negó la vez siguiente y volvió a repetirlo cuando le interesaba aparecer como inocente inmolado. Pero lo cierto es que mientras se alzaba como adalid del oprimido por el capital y los intereses mediáticos, trataba de negociar con ellos un trato favorable que habría de dejarle una elevadísima factura para su hipotético gobierno.

Lo que Pedro Sánchez no contó cuando cargó contra el expresidente de Telefónica César Alierta fue que él mismo trató de negociar con su sucesor, José María Álvarez-Pallete, para que intercediese ante el Grupo Prisa. Ocurrió el pasado 7 de septiembre, menos de dos meses antes de que Sánchez apareciese en el programa de Jordi Évole como víctima de maniobras perversas del poder. Ese mismo poder que él había tratado de colocar a su favor.

La entrevista entre Pedro Sánchez y Álvarez-Pallete se produjo a solas, en las oficinas de Telefónica, uno de los principales accionistas de Prisa. Pretendía el socialista que el presidente de la empresa de telecomunicaciones terminase abrazándole como líder alternativo a un Mariano Rajoy en decadencia y maniobrase para conseguir que la maquinaria mediática de Prisa se rindiese a sus pies. Estaba convencido de que lograría domesticar al partido que ha terminado por convertirse en el lastre de su aspiración a la Moncloa: Podemos.

La maniobra del exsecretario del PSOE fue de una simpleza absoluta. ¿Creyó que podría entrevistarse con el presidente de Telefónica para cuestionar a su antecesor al frente de la empresa sin creer que la relación entre ambos es de confianza? ¿Pensaba que podría intervenir en esa presunta estructura de conspiración haciendo justamente lo que pretendió denunciar, lograr aliados poderosos para alcanzar un poder que no obtuvo con los votos? ¿Cómo se sentiría capaz de pilotar un gobierno que ya partiría con una deuda impagable con Telefónica, reconociéndola como titiritero que desde las sombras decidía los designios del país?

Pedro Sánchez se cuidó mucho de salvar en su argumentario a Álvarez-Pallete, pero criticó duramente a su antecesor, César Alierta. También habló, sí, de las maniobras de grandes bancos. Pero tan sólo citó con nombre y apellidos al único que está jubilado. No sea que en un futuro necesite de los mismos a los que ahora ve como espectrales enemigos. Por el momento, el resultado es que Pedro Sánchez se ha quedado sin cobertura.

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