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La falsa concordia

Un resultado que no refleja la auténtica situación interna del PSOE

La falsa concordia

El PSOE es un bloque monolítico si nos quedamos con el resultado de la votación de la propuesta de calendario de la gestora en el comité federal de ayer, en la que sólo hubo cinco discrepantes, todos ellos bien localizados. Los dos sectores enfrentados coincidían en su interés común en que no hubiera un reflejo del reparto actual del poder interno; los críticos para evitar la impresión de que, con una nueva derrota, pierden fuerza y los rescatadores para dejar constancia de que todo se desenvuelve con arreglo a su guión previo y obtienen resultados evidentes en su labor pacificadora.

Ambas partes están en su derecho al autoengaño, porque la realidad es que el partido mantiene un severo destrozo interno, cuyo alcance real sólo se conocerá cuando se abran las urnas. Unos y otros, críticos y oficialistas son la élite de la organización en la que el juego se dirime de espaldas a la militancia, que desde ayer sabe que en mayo será su momento. Mientras tanto, persiste la incógnita sobre el futuro de quienes hoy están al frente del partido y desconocemos también qué será de quienes aspiran a desplazarlos, incertidumbres que como hasta Pablo Iglesias sabe, se suele despejar de forma sorprendente en este tiempo de lo improbable.

De lo que sí hay constancia es de que los socialistas no están en una situación tan idílica que incluso desbancaría la placidez con la que el PP prepara ese gran encuentro de amigos bien avenidos que será su congreso dentro de un mes. Nada cambió para que desaparezcan lo que eran diferencias cortantes sobre estrategia política y modelo de partido, porque falta todavía el debate interno en el que los sectores enfrentados vuelvan a encontrar terreno común sobre esos aspectos básicos.

La dulcificación de posturas de algunos sospechosos de estar distantes de la gestora debe considerarse pura táctica para esquivar eventuales medidas traumáticas. Es el caso de Miquel Iceta, empeñado en no facilitar ninguna justificación para que la dirección interina prive a más de 17.000 socialistas catalanes de participar en las primarias del PSOE. Eso sí sería una auténtica depuración del censo. Iceta anuncia que el PSC ocupará en breve la plaza que tiene reservada en la gestora y se mostró coincidente ayer con el discurso de Javier Fernández. Salvo en un aspecto crucial que ambos conocen de antemano: para el asturiano la declaración de Granada sobre los asuntos territoriales es un lugar de llegada mientras que para el catalán sólo sirve de partida.

Todos esos aspectos delatan un combate interno todavía muy vivo en el PSOE, que las habilidades del aparato encarnadas en un clásico como Pepe Blanco sólo consiguen maquillar para que quede constancia en el acta del comité. Y además surge una presión externa añadida, que tomará forma en febrero: el temor para los socialistas ha dejado de llamarse Podemos y lleva el nombre de Errejón. El documento político del segundo de la formación morada, que se debatirá en la asamblea ciudadana estatal, dibuja como objetivo el espacio político que ahora ocupa el PSOE y se apresta a conquistarlo por medios más sutiles que la ruda máquina de guerra electoral sobre la que Iglesias cabalgó hasta ahora. Ocurra lo que ocurra, los socialistas también tendrán que estar pendientes de Vistalegre II.

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