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Vuelve Mas

El expresident regresa al centro del "procés" desde el banquillo de los acusados

Vuelve Mas

Mas protagonizó ayer una esmerada película sobre la ilusión de un pueblo y la cerrazón de un Estado. Y aunque sólo el primer hilo argumental de la narración es completamente verosímil, triunfó de pleno en su papel estelar de padre de un nuevo y esperanzado Estado, muerto antes de nacer.

Mas vuelve a estar de actualidad porque es juzgado por convocar el 9-N, pero, sobre todo, porque el proceso que él botó lleno de miedos e incertidumbres (entonces no era tan valiente) ha regresado a la casilla de salida, el referéndum.

El "procés" no ha avanzado un ápice desde 2012, pero ahora sabemos, gracias al exjuez Vidal, que hasta sus adalides son conocedores de su plena ilegalidad. De ahí la necesidad de adelantar a mayo el referéndum prometido para septiembre. Para agilizar algo que en realidad no se mueve. Y para mantener al ilusionado pueblo entretenido.

Ese referéndum no será más que el preámbulo de la convocatoria de unas nuevas elecciones. Igual que el proceso participativo del 9-N lo fue de los comicios que se celebraron en 2015. La única diferencia es que en vez de transcurrir casi un año pasarán sólo unos meses. O no habrá referéndum y volverán a preguntar a los catalanes por la independencia el mismo día, pero en urna aparte.

El problema del referéndum prometido para septiembre que igual se adelanta a mayo es el mismo que el del 9-N. Mas, Puigdemont y Junqueras siguen sin saber cómo lograr que los partidarios del "no" se acerquen a las urnas y hagan expreso su rechazo a la secesión. Sin un "no" copioso, dará igual que el "sí" gane por goleada: la votación, suponiendo que llegue a celebrarse, no será convincente, no tendrá credibilidad ni dentro ni fuera del Estado opresor.

Por eso cortejan a los "comunes" de Colau, favorables al derecho a decidir en una consulta pactada, pero contrarios a la independencia. Por eso Puigdemont lleva meses hablando de un referéndum "factible" y sólo como último recurso, y para procurarse el respaldo de la CUP a los Presupuestos, de una cita electoral por las bravas.

La creciente presencia de Mas en los medios y los foros también se explica por el paso atrás de Puigdemont, que no será candidato a la reelección, y la obligación de contar con un "histórico" para encabezar el cartel de la nueva Convergència, el PEDECat, visto que el hombre que está llamado a ser el próximo president, Junqueras, está cobrando gran ventaja en los sondeos y el partido que fundó el corrupto "molt honorable" se apresta a darse un batacazo.

Pero Mas y Junqueras deberían empezar a pensar en otra cosa: en cómo van a manejar el enorme caudal de frustración que se acumula en el ilusionado pueblo al que prometieron Estado propio hace cinco años y cuyos asuntos siguen sin gestionar, obcecados cínicamente como están con la idea de que votar es posible sin haberse dotado antes de cobertura legal para hacerlo. O ignorando la ley que hay y permite votar, pero no en las condiciones que ellos quieren.

En eso no se diferencian mucho de Trump, que no ha promovido legislación para ejecutar su decreto migratorio y puede estar yendo en contra de la Primera Enmienda, y ya advierte que si hay un atentado yihadista en EE UU la culpa la tendrá el juez que tumbó su veto. ¿Culparán los dirigentes secesionistas catalanes al Estado legalista de los desórdenes que puedan registrarse en caso de que no haya referéndum? Ya lo verán.

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