Sus adversarios nunca creyeron en la capacidad de Pedro Sánchez para remontar. Dimitido y con sus principales colaboradores estratégicamente colocados en el grupo parlamentario y entorno a otro de los candidatos, Patxi López, los barones y su lideresa, Susana Díaz, subestimaron a quienes tienen el poder desde que las primarias socialistas son primarias, la militancia, que ya aupó contra todo pronóstico a este novato e inmaduro estadista a la Secretaría general el 28 de junio de 2014, cuando consiguió sobrepasar a Eduardo Madina y dejar compuestos y sin novio a los poderosos oficialistas.

Pedro Sánchez ha vuelto a dar un revolcón al aparato en las urnas, tras meses recorriendo agrupaciones socialistas de todo el país, como hiciera en aquella primera vez, pero con el bagaje y la madurez que se consigue tras sufrir el zarpazo del aparato, víctima de lo que sus afines dieron en llamar golpe de estado y Susana Díaz y los barones dimisión. Aquel uno de octubre marcó un antes y un después no solo en la vida política del joven político apodado Pedro el Breve a raíz de aquel episodio en el que se vio forzado a dimitir como secretario general de los socialistas, enrocado a su «no es no» al Gobierno de Mariano Rajoy.

En el mapa de aquella estrategia, Zamora fue enclave importante, lugar de reunión de los barones con una Susana Díaz que llegaba directamente desde Andalucía a Benavente para tejer una estrategia que semanas después pondría patas arriba al Partido Socialista. Nadie debió de calcular lo que aquella «conjura de Zamora» iba a suponer para la formación del puño y la rosa: el levantamiento de unas bases, de una militancia, que se sintió ninguneada ante el derrocamiento de su secretario provincial y la abstención a la investidura de Rajoy.

Ya nada volverá a ser igual en las filas socialistas. Quizás sea el augurio de una fractura irreconciliable. Diálogo y lealtad, máximas manoseadas por los tres candidatos en esta feroz campaña, son la esencia de la pócima que Susana y Pedro tendrán que aplicar a un PSOE resquebrajado, cuya unidad se presenta más como una utopía pasada que como una posibilidad futura. En el camino han quedado demasiados jirones. En el aire queda otra pregunta: ¿logrará Pedro controlar el aparato del partido? Ahí está la clave.