Fue un discurso sentido y valiente, dadas las circunstancias. Javier Fernández hizo ayer, en la apertura del año judicial, una encendida defensa de la nación, del marco constitucional, de una reforma de la carta magna alejada de las propuestas confederales que conducen "a la desintegración" y de rechazo a "las apelaciones huecas al diálogo, que son ejercicios inútiles de buenismo". La alocución, no exenta de cierta emoción, como cuando remarcó los 500 años de historia del Estado español, o advirtió de los riesgos para la convivencia y la "nación cívica" del presente momento político, arrancó una cerrada y larga ovación en el salón de Plenos del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. Pero es que la concurrencia no era cualquiera: Fernández hablaba ante los presidentes de los tribunales superiores de España, reunidos desde ayer en Oviedo para celebrar sus jornadas anuales, que durarán hasta el miércoles. Solo faltaron a la cita, por motivos obvios, el presidente del Tribunal Supremo y el Consejo del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, sustituido por el vocal asturiano del mismo órgano Álvaro Cuesta, y el presidente del Tribunal Superior de Cataluña, Jesús Barrientos.

Fernández, que para entrar al Tribunal Superior tuvo que pasar ante unos manifestantes de CSIF que protestaban por el acuerdo de subida salarial alcanzado la semana pasada, comenzó con una referencia al célebre "españoles, ya tenéis patria", del asturiano Agustín de Argüelles, padre de la Constitución de 1812, para trazar una línea que le llevó a las ilusiones de la Constitución de 1978, que hizo posibles "la convivencia, la integración en Europa y un Estado social y de derecho moderno", grandes aspiraciones seculares que hoy "están en juego", como "la nación constitucional". Y quienes la ponen en peligro son "la emoción de la pertenencia", "la comunidad romántica de origen" que "reniega de la comunidad de ciudadanos", de la "nación cívica".

El jefe del ejecutivo se preguntó si cabe contraponer "legitimidad democrática a legalidad constitucional", si un parlamento regional (en clara alusión al catalán) puede derogar la constitución en su territorio, si se respetan a sí mismas unas instituciones de autogobierno que no se rigen por la legalidad.

Si bien admitió que el "terreno perdido por la política no se ganará exclusivamente con la acción jurídica", también indicó que "las apelaciones huecas al diálogo y a la voluntad política son ejercicios inútiles de buenismo", ya que, "sin un respeto a las reglas del juego, el diálogo carece de garantías". Para Fernández, "la nación española, tan discutida, legitima un Estado con 500 años, una larga historia y una enorme experiencia acumulada". Es posible, añadió, "desafiarlo, pero quien lo haga debe de perder el desafío".

Tras constatar que se hace necesaria "la inmediata e inexcusable restitución del orden constitucional", Fernández abordó las posibles vías de salida, y que pasan por una reforma constitucional "en una dirección federal", "un Estado federal que se diferencia del autonómico en que el proceso constituyente no permanezca indefinidamente abierto (...) en el que el legislador orgánico no pueda modificar, movido por intereses partidistas, coyunturales o cortoplacistas, la decisión política del reparto de poder entre las comunidades autónomas y el propio estado sin necesidad de reformar la Constitución".

Luego lanzó un mensaje a su propio partido, donde suenan voces a favor de la "plurinacionalidad". "No me vale cualquier reforma, no todas las alternativas son aceptables", advirtió. "La soberanía en España debe tener un sujeto único, no múltiple. Y eso no solo descarta la autodeterminación", sino también "la propuesta confederal, que en España es una ensoñación nacionalista concebida no como estructura política intermedia hacia una forma superior de integración (como Estados Unidos o Suiza), sino como camino hacia la desintegración, como ocurrió con el Estado austrohúngaro".

Fernández añadió que tiene claro que España atraviesa "una situación excepcional", y para superarla ve imprescindible "la colaboración firme de los partidos que respetan la ley, que es tanto como decir los partidos democráticos". Esa colaboración, añadió, "reclamará tanta determinación para aplicar medidas como para abrir el camino de las reformas", frente a un nacionalismo -y aquí citó a Octavio Paz- que "es un cristal deformante que produce aberraciones, no solo cromáticas, sino morales".

Antes de la intervención del presidente, Álvaro Cuesta había elogiado la "sensatez" de Fernández, y había trasladado un saludo al magistrado del TSJA José Ignacio Pérez Villamil, deseándole una pronta recuperación de su enfermedad. Luego hizo una encendida defensa de la independencia judicial, "un derecho de los ciudadanos, no solo una virtud del juez". Cuesta hizo un público "reconocimiento de apoyo al Tribunal Superior de Cataluña y a los jueces y magistrados que desarrollan su labor en esa comunidad"· Y añadió: "Cercar edificios judiciales y regatear en medios para el cumplimiento de la Justicia es una atentado intolerable al Estado de derecho", en relación a la situación que se vive en Cataluña.