Con motivo del referéndum catalán del pasado 1 de octubre son numerosas las muestras de apoyo al Gobierno del PP que se ven por las vías de nuestra vetusta ciudad. No es extraño, de hecho es difícil si no se camina mirando al suelo, ver por la calle banderas de España por doquier. Acechan amenazantes desde balcones y ventanas observando con superioridad a quien pasea abajo.

Es especialmente en la zona de la avenida de Galicia donde más proliferan, incluso alguno se deja llevar por el ambientillo tan propio de la ciudad clariniana y se le escapa la del águila, pobre ¡se habrá equivocado de bandera al sacarla del cajón! Al fin y al cabo son tan parecidas...

Ante la sociedad general ellos se autodefienden y justifican indicando que es una muestra de su patriotismo, curioso. No tiene este ignorante autor en su breve recuerdo constancia de ningún 12 de octubre con tal despliegue de colores de sangre y oro inundando la ciudad tal y como se ha visto estos días, ¿no será entonces más bien que dichos símbolos se sacan como clara afrenta? ¿O será ese instinto de seguir las modas de nuestro ambiente? Quizá mezcla de ambas. Inicialmente había que afinar un poco la vista para verlas colgadas, pero debe ser que al percatarse que Fulano de Tal o Mengano de Cual la había puesto en su casa acudían, eufóricos y llenos de la ilusión infantil que se siente al tener una brillante y original idea, al más cercano bazar para enarbolarla y mostrarle orgullosos al resto del vecindario cuál es su ideología con el pecho bien alto.

Saque cada uno su propia conclusión de este hecho: sacar un símbolo como orgullo espontáneo; hacerlo como afrenta fratricida y chulesca ante algo que ocurre en un lugar tan lejano y que parece ofender tanto a los más tradicionales carbayones o, como por todo lo que mueve a la gente en esta provinciana capital, por aparentar.

Es de suponer que ahora que las acaban de comprar estos patriotas, si de verdad lo son, vuelvan a sacarlas el próximo 12 de octubre para que todas ellas marquen los hogares de bien.

¿Tan flaca es nuestra memoria que olvidamos de ochenta en ochenta años? Triste y necia nación la que no aprende, que ya no tropieza con la piedra, sino que le gusta cogerla y golpearse con ella.

Pedro Mercado, Oviedo