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El acoso a las fuerzas de seguridad

"Esto es lo peor que he vivido en 30 años"

Los policías y los guardias civiles asturianos destinados en Cataluña narran el calvario que están sufriendo tras el referéndum: "Te retan con la mirada, tienen odio"

Hace muchos años que a los agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil destinados en Cataluña se les dan una serie de "indicaciones" para que no llamen la atención ni tengan que pasar malos tragos durante su estancia en esa comunidad autónoma. Son pequeños "consejos" que no están aprobados oficialmente por la dirección general de ninguno de los dos cuerpos pero que todos saben "por propia experiencia". Los uniformes -que evidentemente llevan impresa una bandera de España-, se tienden dentro de casa al sacarlos de la lavadora. A los vecinos se les dice una "profesión pantalla" para disimular. Y cuando se habla de independencia se hace en susurros porque "nunca sabes quién te puede estar escuchando". Lo cuentan en primera persona los propios funcionarios de origen asturiano que están -o han estado durante meses o años-, destinados en cualquiera de las cuatro provincias catalanas.

Dicen que siempre hubo que tomar "precauciones" para desarrollarse profesionalmente allí -es algo, de hecho, que se ve ya hasta "lógico"-, pero ahora, cuentan cabreados, las cosas están peor que nunca. "Me están pasando cosas que no había vivido en 30 años de profesión", confiesa un agente de la Guardia Civil destinado en la provincia de Barcelona que, como sus compañeros, no quiere dar su identidad para evitar represalias. La consigna del Ministerio del Interior es clara: no denunciar públicamente la situación para no tensar aún más la cuerda. Algunos agentes lo entienden, otros, en cambio, acusan al Gobierno central de dejarles vendidos mientras defienden la legalidad constitucional.

La tensión que viven los agentes se palpa desde hace años. Pero ahora la radicalización ha ido a más. La pregunta es, ¿cómo pueden estar tan abrumados profesionales de cuerpos de seguridad que han vivido presiones como la de ETA en el País Vasco? "Esto es diferente", relata un agente de la Guardia Civil con más de tres décadas de experiencia a sus espaldas en Cataluña. "Te retan con la mirada, no tienen miedo, tienen odio. Los que te insultaban en las calles de Bilbao no se acercaban, gritaban desde lejos, estos vienen y te tocan y te agreden", sentencia el funcionario. No es el único que en alguna ocasión ha sentido miedo. O impotencia. O quizá ambas cosas a la vez. Las historias entre compañeros se repiten: ese al que no atendieron en castellano en el servicio de Urgencias de un hospital público a pesar de que iba con una lesión importante y no entendía el catalán, aquel que tuvo que escolarizar a su hijo en Madrid porque ningún centro educativo de su zona le daba clases en castellano, o el que se enervó al ver que su hijo le traía como regalo para el día del padre una estelada hecha a mano en el colegio de Primaria.

Lo que tienen en común dentro de Cataluña tanto los policías nacionales como los guardias civiles es que estos días a ambos cuerpos funcionariales se les ha recomendado no salir de casa. "El problema no es ser Policía, es no ser catalán", cuenta una agente. A sus compañeros les llegaron a poner quejas por no hablar en catalán en la oficina del Documento Nacional de Identidad. Dicen que "si hasta los moros aprenden catalán no entienden porqué los policías no". Al final alguna palabra "acabas aprendiendo", sobre todo "cuando se niegan a contestarte en castellano aunque les estés diciendo que no entiendes". Tanto ella como su novio mintieron al llegar a Girona. Él, profesor de historia, ella de inglés. De cara a los vecinos, claro.

A pesar de todo existen oasis en medio del desierto. Aún hay gente que apoya a los agentes en Cataluña. Ayer mismo una manifestación reclamaba respeto para los hijos de la Guardia Civil escolarizados en colegios catalanes. "A un compañero un día le vino su hijo llorando de clase, le había dicho su profesora que sus padres eran extranjeros, que no eran como los demás", relata una funcionaria, natural de Oviedo. La joven cuenta como poco después ese mismo compañero fue a recoger a sus hijos al colegio y vio como salían todos con la profesora cantando a la independencia de Cataluña. Y es que para estos agentes lo peor no es su trabajo, lo peor, aseguran, es como hacen sentir a sus hijos.

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