¿Se concentra una decisión en un punto? ¿Es lo decisivo lo que marca el paso de lo que va siendo como su sentido? ¿Podemos orientarnos sin decisiones que absorban toda alternativa significativa del vivir? En este modo de abordar la cuestión está mi respuesta: frente al legítimo deseo de muchos (catalanes) de convertir su nación en estado, cabe ofrecer la opción de desestatalizar el nuestro (español) como invitación a un cohabitar no obsesionado por el decidir, por el cerrar la posibilidad en realidad (la "nuestra" y la "suya"): pues vivir como si todo lo que se da fuera real y nada más que real de modo decisivo, es zanjar lo que solo puede ser vivido como abierto. Sólo si arriesgamos una identidad que consideramos fuera de toda discusión despejaremos (de modo paradójicamente decisivo), quizá, el terreno para un vivir sin decisiones, para una cotidianidad convivencial y, por qué no, en muchos momentos, trabajosa, que, por otra parte, ya se da fuera de tanta grandilocuencia en los cuerpos que viven una vida fatigada por los días.