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Una tarde frente al televisor en la república solitaria de Cataluña de Trubia

Los pocos vecinos que quedan en el barrio trubieco califican el debate en el Parlament de "delirio" y recuerdan los buenos tiempos del lugar

José Manuel Coalla, en primer término, durante el debate de la independencia en diferido. A la derecha, Juan José Pool Suárez, en su bar familiar, mientras hablaba por televisión la portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas. MIKI LÓPEZ

El barrio de Cataluña vivió tiempos mejores. Trubia, ayer al atardecer. En el bar Casa Julia se reúnen media docena de parroquianos al calor del debate televisivo en el Parlament. Juan José Pool, de 32 años, regenta ahora el establecimiento familiar. "Mi abuela era la que cocinaba pero ahora está muy mayor, y yo de cocina... poco. Preparamos algún encargo, eso sí, como por ejemplo cuando llega El Desarme".

- Y esto, ¿por qué se llama Cataluña?

-Hace mucho tiempo vinieron unos catalanes y construyeron aquí cerca una casa. La gente decía: ¿dónde vas? y contestabas: Pues a donde los catalanes. Y así se quedó el barrio con el nombre de Cataluña.

La parada del autobús se llama Cataluña, lo mismo que el parque junto al río Trubia, que marcó el reloj del tiempo del barrio a base de riadas y sustos.

¿Y qué es Cataluña? José Manuel Coalla marca los límites en el exterior del bar. "Ese portón es el final de la Fábrica de Armas. El barrio está ahora lleno de casas cerradas, queda muy poca gente. En Cataluña llegó a haber ocho bares".

Cómo no iba a haber bares con seis mil tíos trabajando en la fábrica, apunta otro cliente. Las paredes de Casa Julia están empapeladas de fotos antiguas que hablan del pasado esplendor local. Juan José Pool hace memoria, por lo que vio y sobre todo por lo que le contaron: "El barrio tenía sastrería, ferretería, la ebanistería Hermanos Flórez Estrada, que era de mi abuelo Juan José; un taller de carros y hasta un matadero". Y todo esto en apenas cien metros lineales.

El macelo quedaba al otro lado de la carretera, al lado del parque donde un par de niños apuran las últimas bocanadas de luz para disfrutar de los columpios. Por la carretera que corta en dos el urbanismo de Trubia pasaron durante décadas los transportes con mineral de hierro, rojo como la sangre, que provenía de las minas de Torrestío y alimentaban a la Fábrica de Armas, pero no solo a ella. "Mucho mineral se cargaba en los trenes y se llevaba al País Vasco", explican desde la barra de Casa Julia.

Habla Carles Puigdemont en la televisión del bar y los parroquianos, vaso de sidra (sin sidra) en mano, aseguran que el hombre delira, "Esti paisano va a salir por donde el humo", dice uno a modo de juicio político con acento asturiano.

Independencia sí; independencia no. Declaración pero suspensión para dialogar. Dialogar ¿qué? Los comentarios se suceden. "De esta, aprendo catalán".

- Aquí en el barrio no quedará ningún catalán, supongo.

"Ni catalanes ni madrileños, y dentro de poco tampoco asturianos", ironiza la clientela. Una propuesta ambiciosa: "Había que declarar la independencia del barrio: la república independiente de Cataluña de Trubia". Juan José Pool la coge al vuelo: "Yo entonces voy para ministro de Interior, porque como no salgo de aquí...".

Sube al estrado Inés Arrimadas, portavoz de Ciudadanos, y alguno en el bar se viene arriba. A la segunda puya contra el honorable un cliente se pone a aplaudir.

Casi todo echó el candado en el barrio de Cataluña, que en realidad forma parte del pueblo de Villarín. Muchas de las casas ahora cerradas tienen dos puertas, una de entrada a la vivienda y otra para el negocio que muchas familias regentaban, a modo de complemento económico. "No quedan ni viejos por esta zona".

Cataluña cuenta con una veintena de casas, casi todas a pie de carretera, y acaba... ¿Dónde acaba? "Más allá, la siguiente barriada se llama Corea", explican en Casa Julia, y el nombre tiene connotaciones históricas compartidas en otros lugares de Asturias. Los coreanos eran los habitantes del sur español que recalaron en Asturias a mediados del pasado siglo para ganarse la vida en la gran industria.

Termina el debate en el Parlamento catalán y hay quien saca conclusiones en medio del caos: "Estos lo que quieren ye perres". En la Cataluña de Trubia lo tienen claro. Más que Puigdemont.

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