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Los más listos

Los catalanes se independizan en astucia e ininteligibilidad

Los más listos

Las medidas del 155 caen de lleno en el terreno de lo irrealizable. O peor aún: en el terreno de lo realizable sólo a medias y a un altísimo coste. Como a medias y terriblemente cara, en términos mediáticos, fue la intervención policial del 1-O, que no impidió la votación y regaló al independentismo imágenes para consolidar su relato en casa y en el extranjero.

Olvidados ya esos vídeos, y prietas las filas de la UE en torno a Rajoy, Puigdemont y Junqueras necesitan de nuevo el concurso de la "represión" estatal para seguir avanzando. Que ese avance sólo sea percibido por ellos hace poco al caso y se explica por el carácter antropofágico del secesionismo catalán, que necesita sumar caníbales adeptos a la fiesta para mantener el gran estómago deglutiendo sus posverdades.

El presidente catalán podría avenirse a convocar elecciones, aunque sólo fuera para aprovechar que PP y PSOE principian a desentenderse sobre la aplicación del latoso artículo. Las dos alternativas son buenas para él: si el Gobierno acepta y deja correr el 155, Rajoy vuelve a quedar en ridículo; si no lo hace, podría terminar aplicando el precepto con la sola compañía de Cs, y llevando en la chepa todos los golpes cuando los consejeros se nieguen a ser destituidos y haya que detenerlos, los trabajadores de TV3 se amotinen y los funcionarios (Mossos incluidos) boicoteen la gestión que se pretende llevar desde Madrid.

Pero siendo Puigdemont quien es (el libertador), y teniendo tan poco que ganar su partido (el PDeCAT), al que ha dejado exangüe su comunión de intereses con ERC, cualquiera sabe lo que hará. Podría incluso entrar en cálculo electoral e intentar rentabilizar la alta y beneficiosa exposición mediática de las últimas semanas: si alguien puede evitar que los pedecateros se descalabren en la próxima cita con las urnas, ése es él.

En cambio, si entiende que lo mejor es seguir captando más caníbales adeptos, hará todo lo posible por que el 155 se aplique.

Ahora mismo (cinco y media de la tarde del 25 de octubre), Puigdemont ha dicho no: no irá al Senado a defender las alegaciones del Govern al 155. Y con su proverbial astucia, ésa que destilan a partes iguales el párpado caído de Junqueras y la mirada aviesa de Turull, el Ejecutivo catalán puede estar sopesando seriamente la opción de convocar elecciones después de que el Senado dé luz verde a las medidas del artículo.

El doble calendario de actos de hoy y mañana, en la Cámara alta y el Parlament, favorece esta fullería, una variación de la alternativa 1 citada más arriba, sólo que con el 155 ya activado, para que quede constancia del cruel aplastamiento de su autogobierno. ¿Y para conseguir qué, aparte de joder a Rajoy, ganar tiempo y volver a la casilla de salida con el pesebre intacto? Pues nada, lo de siempre: quedar por encima, probar que los catalanes son más listos que los españoles.

Pero... ¿y si aun así se despeñan (que lo harán)? No, eso Europa no lo permitirá, las empresas regresarán, el euro vendrá a buscarnos. Etcétera. Es lo que se llama (se repite mucho estos días) vivir en una realidad paralela. Una tan consistente como pobre en argumentos inteligibles para los demás. En eso sí que ya son independientes.

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