Puigdemont y Rajoy disputan una partida de ajedrez con las reglas del parchís. Es evidencia que hemos podido observar los espectadores de este juego absurdo desde el día en que los dados echaron a rodar con un remedo de referéndum donde los policías atizaron a uno y los independentistas llevaron a urgencias a veinte.

Podría decirse que el Gobierno de la Nación, que juega con blancas, buscaba una partida tranquila y posicional, por lo que arrancó de inicio con un Gambito de Dama. El Govern de la Generalitat, por su parte, se empleó con firmeza en una Defensa Siciliana, que suele ser la respuesta más conocida de quien juega con negras. Las cosas fueron cambiando, los mensajes enquistándose, hasta el día de hoy, en que el Parlament declaró unilateralmente la independencia. Y el ajedrez trocó en backgammon, juego que en castellano es conocido popularmente como tablas reales, chaquete o chanchullo.

Cataluña, tras unas jornadas de amagar y no dar, optó por la agresiva Defensa Petrov, a lo que el contrincante del otro lado del tablero territorial respondió con una jugada de riesgo cuyo resultado se desconoce: la Respuesta Rajoy, o Ataque 155, una respuesta inevitable.

Dicen las malas lenguas que dentro del Gabinete marianista también se disputa una feroz partida de damas, entre Soraya y Cospedal, con Rajoy nuevamente de árbitro, de esos que como Mateo Lahoz dejan jugar siempre que no fluya la sangre.

Puigdemont, tahur de un Ter con ínfulas de Mississippi y cara de póker, no deja de mostrar ases bajo la manga del flequillo, aunque a estas alturas ya no parecen tréboles de la suerte, sino bastos de los naipes de Heraclio Fournier.

Hasta ayer pensábamos que el problema catalán se arreglaba con una vuelta al callejero millonario del Monopoly, pero lo cierto es que, al paso de las horas, el asunto jeroglífico ya sólo parece un irresoluble sudoku.