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Publica "La identidad cultural no existe"

François Jullien: "Las lenguas no son propiedad de nadie"

"Cataluña tiene recursos culturales propios que no deben ser excluyentes", opina el filósofo y catedrático parisino

François Jullien.

En el atribulado debate sobre la identidad cultural que sacude a Europa, el filósofo parisino François Jullien, propone huir de las trampas del universalismo y apuesta con rebeldía por lo común abierto, por derribar fronteras y evitar encerrarse en el comunitarismo, un refugio de mitos ideológicos alejados del criterio racional. Hay que conjugar sin complejos lo singular con lo universal para frenar la deriva identitaria y a la vez resistir ante la amenaza de la uniformización, proclama este pensador, helenista, sinólogo y catedrático de la Universidad Paris-Diderot al presentar su última obra, "La identidad cultural no existe" (Taurus), libro en el que propone activar los recursos culturales de cada pueblo con la lengua a la cabeza para que fluyan y se mezclen con otros teniendo siempre presente que ni el idioma ni cualquier otra manifestación artística son propiedad de nadie. Reacio a hablar del independentismo catalán, Jullien asume la vida como una transformación silenciosa que camina sin hacer ruido.

-Profesor Jullien, ¿por qué no puede hablarse con propiedad de identidad cultural?

-Hay que hacer una limpieza conceptual respecto a la idea de identidad que es un poco difusa y requiere de distinciones precisas. Hay una identidad personal y subjetiva que permanece desde el nacimiento hasta la muerte.

-Pero se habla también de identidad singular colectiva.

-Y es a la que llaman identidad de una cultura, una denominación que a mí no me gusta porque no podemos olvidar que la cultura cambia constantemente.

-Porque, según usted, una cultura que deja de transformarse es una cultura muerta...

-Efectivamente. La cultura como fenómeno colectivo cambia. Yo mismo no estoy seguro de tener una identidad única, como decía Proust en "En busca del tiempo perdido". La cultura es activa, está viva y puede ser dominante con una lógica disidente interior que la hace evolucionar.

-Si una cultura está en transformación permanente deja de tener una identidad para adquirir otras, supongo.

-Hay que distinguir entre la filosofía y la ideología. La identidad cultural es algo más ideológico que efectivo. Que un grupo colectivamente tenga necesidad de representarse en función de esa identidad es una construcción ideológica. El papel del filósofo es distanciarse del discurso ideológico para introducir la crítica.

-¿Qué importancia tiene disponer de una lengua propia para armar a un pueblo de identidad?

-El primer recurso cultural, político y social es la lengua. Eso sí, yo no armaría a un pueblo de identidad que no es más que un mito colectivo. Un pueblo tiene que activar sus recursos culturales. El objetivo de mi libro es pasar de la identidad a los recursos.

-¿Cuáles son esos recursos culturales a los que usted se refiere?

-Al referirme a recursos culturales hablo de algo abierto y anterior a la división teórico-práctica de las cosas. Son recursos disponibles, que no pertenecen a nadie, alejados de los loados valores morales excluyentes y de los conceptos de riqueza finita y de raíz. Tenemos que ser responsables para descubrir, redescubrir y activar esos recursos que no excluyen y se ayudan entre sí para defender la cultura.

-¿Ha pasado el hombre de proclamar la muerte de Dios a santificar la cultura como sustitutivo?

-¡Ya me gustaría que fuese así! La cultura de hoy en Europa está entre dos demonios: la diversión y entretenimiento y la comunicación, que son los dos mercados de la cultura. No hay fuerza suficiente para rellenar el vacío de la muerte de Dios. La cultura es hoy un negocio sin consistencia para sustituir la muerte de Dios.

-¿En qué medida recurre el nacionalismo a la identidad propia para defenderse del galopante fenómeno de la globalización?

-La globalización ha creado la uniformización o la estandarización, y eso no lo hemos elegido. Una lógica de mercado nos lo ha impuesto. Ante esta globalización surge el nacionalismo como reivindicación identitaria con una actitud claramente defensiva.

-¿Una actitud defensiva por temor a qué?

-Por temor a lo de fuera. Es una identidad de la cultura que permanece a lo largo de la historia y que en el fondo es una invención ideológica. Eso no tiene nada que ver con mi defensa de los recursos de las culturas.

-¿En qué se basa la identidad catalana para distanciarse de la española?

-Lo primero que quiero dejar claro es mi respeto a la soberanía española. Ahora bien, como filósofo insisto en que el primer recurso cultural colectivo es la lengua, y hay una lengua catalana que está en transformación. Cataluña tiene recursos culturales propios que no deben ser excluyentes. Los pueblos son los que despliegan los recursos de una lengua y también lo son los escritores que explotan ese recurso.

-¿Basta con tener una lengua propia para considerarse una nación?

-Yo no haría coincidir un espacio lingüístico con un espacio nacional. Es legítimo que un colectivo reivindique con orgullo su capacidad de explotar y desplegar su lengua, porque es el primer recurso cultural. De ahí a que se reivindique como mejor que otra lengua para enfrentarse a otro colectivo hay un trecho porque la auténtica lengua es la traducción. Las lenguas no están aisladas, no son propiedad de nadie. La lógica de las lenguas además no entiende de fronteras. El pensamiento se hace tanto más inteligente cuando se traduce.

-Si partimos de que el pensamiento es universal, ¿corre ahora el riesgo de dejar de serlo por culpa de los nacionalismos?

-Por supuesto, pero no creo que haya existido siempre esa universalidad. La cultura europea, a través de la tradición griega y luego romana, ha aportado esta necesidad de universalidad, pero la japonesa nunca ha tenido ambición de universalidad.

-¿Por qué ha necesitado Europa la universalidad?

-Le viene de Grecia por la abstracción, de Roma por el Derecho y de la tradición cristiana de la salvación. Europa ha sacralizado el pensamiento universal porque la cultura europea es heterogénea y necesita una especie de piedra de toque para sostenerse que no es más que la universalidad que no sólo ponen en riesgo los nacionalismos.

-¿Qué otras amenazas sufre?

-La uniformización. Con la globalización vemos todo igual por todas las partes, así que hay una invasión de la uniformización y creemos que lo uniforme es lo universal. Al final parece que un producto es una exigencia de la razón.

-¿Ha terminado entonces nuestro pensamiento universal?

-Para mí no. Pero hay que reconfigurar el uso que hoy hacemos del pensamiento universal. Hay una forma de lo universal que está muerta, el universalismo.

-¿Por eso defiende usted un pensamiento universal rebelde?

-Sí. Es lo contrario del universalismo que nos lleva a pensar erróneamente que lo tenemos todo. Para mí, la universalidad está en sospechar que falta algo en ese todo. El pensamiento universal rebelde nunca está satisfecho.

-¿Cómo se traduce eso políticamente?

-Lo común es lo que se comparte. El universal rebelde mantiene lo común abierto como ideal que impide encerrarse en el comunitarismo y levantar barreras.

-¿Cómo nos defendemos de la uniformidad que pretende la globalización sin caer en la tentación identitaria o nacionalista?

-Activando los recursos culturales que están disponibles y que no son propiedad de nadie, activando las lenguas y fomentando la traducción y el intercambio de idiomas que se enfrenta a la identidad.

-Como experto sinólogo usted recomienda en uno de sus libros, "Fundar la moral", el perfeccionamiento interior para buscar la felicidad. ¿En que nos diferenciamos en eso de los animales?

-Los europeos ponemos una frontera entre lo humano y lo animal, mientras que los chinos ven que la diferencia entre el hombre y el animal es ínfima.

-¿Adónde nos llevaría a los europeos prescindir como hacen los chinos de dividir el mundo entre el ser y el deber ser, un asunto que usted aborda en otro libro, "Tratado de la eficacia"?

-Los griegos distinguieron lo real de lo ideal, pero en China no hay pensamiento de idealidad y la noción ha tenido que ser traducida al chino. No creo que se tenga que prescindir de un concepto de idealidad que ha dado a Europa la ciencia y la revolución. China de hecho tomó prestada de Europa la idea de la revolución.

-¿Qué es la vida, según la sabiduría china?

-La vida es esencialmente una transformación silenciosa que camina sin hacer ruido y de la que no se habla.

-Si apenas nos damos cuenta de ese cambio silencioso, ¿cómo podemos comprenderlo mejor?

-Hay que articular la transformación silenciosa con acontecimientos sonoros.

-¿Es que vivimos sin escuchar cómo se nos va la vida?

-Crecer y envejecer suponen una transformación silenciosa, pero si veo una foto de hace 20 años se produce un acontecimiento sonoro porque me doy cuenta de lo viejo que estoy. El calentamiento global es silencioso, pero vemos cómo se funden los glaciares. Nuestra vida es una transformación silenciosa a la que deberíamos prestar atención porque cuanto menos percibimos algo más violento será su ruido.

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