Antes de correr riesgos yendo a buscar a Puigdemont a Bruselas, el magistrado Llarena prefiere esperar a que vuelva. En teoría, el expresidente catalán podría quedarse de por vida fuera de España pero el juez entiende que él y los cuatro exconsejeros que le acompañan en algún momento regresarán puesto que todos ellos son candidatos en las elecciones autonómicas. "Los investigados parecen haber mostrado su intención de retornar a España, con la finalidad de tomar posesión y ejercer unos cargos electivos para cuyos comicios se han presentado recientemente", expone Llarena en un auto de prosa enrevesada.

La resolución del magistrado coloca a Puigdemont ante una complicada decisión. Confiaba en un desenlace tan favorable como que los jueces de Bruselas impidieran que fuera juzgado en España por los delitos de rebelión y sedición, los más graves que se le imputan y cuya condena puede alcanzar los treinta años. Cuando se creía a cobijo de la muy garantista justicia belga, el auto de Llarena lo fuerza a decidir si sigue huido o vuelve para que lo detengan e ingresar en la cárcel. Hacerlo en plena campaña electoral lo colocaría en la misma circunstancia que el exvicepresidente Junqueras, el candidato con quien de verdad se mide en estos comicios. Seguir en Bruselas mientras Junqueras soporta el difícil trance de la prisión puede generar comparaciones nada benignas en términos de réditos en votos.

Puigdemont podría esperar a después del día 21, regresar para tomar posesión y forzar la comprometida circunstancia de que el juez encarcele a un parlamentario recién electo. El expresidente esperaría una redención por la vía de los votos que, según doctrina en la que coincide con Rajoy, tienen el efecto de lavar todas las responsabilidades políticas. Pero esa virtud que atribuyen a las urnas, en la versión cínica de lo que Gustavo Bueno llamaría fundamentalismo democrático, no alcanza a los delitos penales, que es a los que se enfrenta Puigdemont.

Ocurra lo que ocurra, el encarcelamiento del expresidente es un problema para una lista confeccionada a su medida y en la que predominan personas faltas de experiencia política.