La semana que hoy comienza se presenta crucial para aclarar posiciones en el mayoritario bloque independentista antes de que el día 17 se constituya el Parlamento catalán. El secesionismo basa su mayoría -70 de los 135 escaños- en los 34 diputados de la lista del expresidente Puigdemont (JxC, que no es del todo la lista del PDeCAT), los 32 de ERC y los cuatro de la CUP.

La clave de las dudas y los choques lleva el nombre de Puigdemont. Su insistencia en ser investido, pese a estar fugado en Bélgica, hace que lo que debería ser un cómodo paseo se convierta en una compleja carrera de obstáculos sin certidumbre alguna. Ni siquiera la de que todos estén de acuerdo en evitar una repetición electoral.

Para Puigdemont no hay otra opción que su investidura y la reposición del Ejecutivo cesado el 27 de octubre por Rajoy. Ese es el dogma de un político cada vez más alejado de la realidad catalana y de las estructuras de su propio partido, el PDeCAT. Porque para el gerundense, es la única forma efectiva de que la victoria del 21-D clausure el paréntesis del 155 y lo consagre como anomalía superada. Lo malo es que ese dogma genera creciente malestar en todo el bloque, que tiene la recuperación del Gobierno al alcance de la mano y se encuentra con que que Puigdemont intenta impedir cualquier otra solución, aunque eso conduzca a nuevos comicios.

Al margen de sus declaraciones sobre presos políticos convertidos en rehenes, no cabe duda de que a Puigdemont le ha venido muy bien la decisión adoptada el viernes por el Supremo de mantener en la cárcel al exvicepresidente catalán Oriol Junqueras. Porque con el regreso a Estremera del líder de ERC desapareció el "plan b" de ese partido: si Puigdemont no podía ser investido por estar en fuga, la reposición del Gobierno "legítimo" podría efectuarse a través de la figura de Oriol Junqueras. Ya no.

El problema para Puigdemont es que, aunque lograse evitar una rebelión en la que su partido, de acuerdo con ERC, idease una solución que no pasase por él, aún le seguirían quedando numerosas vallas que saltar.

El primero de ellos se presentará el día 17, miércoles de la próxima semana, cuando se elija la Mesa del Parlamento. Entre encarcelados (3) y fugados (5), a los independentistas les faltarán ocho de sus 70 diputados, a menos que les obliguen a renunciar y hagan correr la lista. Con 62 en sus filas y 65 enfrente, bajan sus posibilidades de conseguir cuatro de los siete asientos de la Mesa. Sin embargo, es difícil que los ocho "comunes" hagan piña con PP, Cs y PSC, lo que juega a favor del secesionismo, aunque tendrá precio.

Si controlase la Mesa, el bloque podría intentar una reforma exprés del reglamento para permitir la investidura telemática de Puigdemont. Obviamente, tanto la reforma como la eventual investidura serían recurridas de inmediato. Pero si, pese a todo, el bloque decidiese seguir adelante -vía que debería mover a Rajoy a no levantar el 155-, aún les quedaría la tarea de dar forma a un Gobierno con huidos y encarcelados en su seno. Los más imaginativos piensan en Puigdemont dirigiendo desde el exilio a un consejero jefe radicado en Cataluña.

Con todo, lo rocambolesco del empeño de Puigdemont lleva a pensar que el independentismo está abocado a la búsqueda de otra fórmula. Que, calendario obliga, deberá gestarse esta semana.