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ANTONIO DE OYARZÁBAL | Embajador, publica "Recuerdos políticos"

"En el País Vasco triunfó la reacción del pueblo harto del terror"

"En Cataluña se ha producido un engaño general"

Antonio de Oyarzábal. FUNDACIÓN ARECES

La de Antonio de Oyarzábal (Estocolmo, 1935) es la vida de un diplomático que comenzó en el tardofranquismo de la mano del ministro Fernando María Castiella, "un hombre que trató de parar el fusilamiento de Grimau", gran rival de Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno del dictador hasta su fallecimiento provocado por un atentado de ETA. Casado con Beatriz Lodge, la bella hija de John Davis-Lodge, el tercer embajador de Estados Unidos en una España repleta de espías que se resistía, aislada, a abrirse a Europa, se convirtió en 1996 con Aznar en embajador de España en Washington para recalar años más tarde en Japón y ejercer también como gobernador civil de Guipúzcoa en los años de plomo. Oyarzábal recopila ahora en "Recuerdos políticos" (Cuadernos del Laberinto), que presenta en la Fundación Ramón Areces, sus vivencias con personajes como Adolf Hitler, Francisco Franco, Juan Carlos I, Richard Nixon o Bill Clinton.

-Embajador, ¿fue realmente nuestra Guerra Civil un ensayo de la II Guerra Mundial que vino después?

-Sí. Aunque la Guerra Civil española surgió por otros motivos, fue un ensayo no sólo de fuerzas sino también de armamento y estrategias.

-¿Qué falló en el empeño franquista por recuperar Gibraltar?

-Falló la voluntad de Franco, que descartó entrar en otra contienda. Creo que fue acertado mantener a España fuera de la II Guerra Mundial.

-Según he leído recientemente, en las diferencias entre el ministro de Asuntos Exteriores Fernando María Castiella, del que usted fue un estrecho colaborador, y el presidente Carrero Blanco hubo hasta un problema de cuernos por una supuesta relación de Castiella con la mujer de Carrero.

-La cuestión de los cuernos la desconozco, aunque algo he leído en publicaciones amarillistas. Había un enfrentamiento entre los dos de tipo ideológico. Carrero era un hombre leal hasta la médula a la dictadura, Castiella representaba un soplo de esperanza para que el régimen evolucionase, pero fracasó.

-Usted entró en la órbita norteamericana como yerno de John Davis-Lodge, el tercer embajador de Estados Unidos en España. ¿Qué conocimiento llegó a tener del apoyo económico de la CIA a los intelectuales españoles que conspiraban contra la dictadura?

-En aquellos años, España era un país lleno de espías. Es cierto que Estados Unidos intrigó, pero siempre en defensa de sus intereses militares, y puedo asegurar que al final jugó la carta de Carrero Blanco, y no la de Castiella, para mantener las relaciones más convenientes.

-¿Cómo fraguó Estados Unidos esta operación después de haber dado su apoyo a Franco con la firma de un tratado bilateral y la visita del presidente Eisenhower a Madrid dentro de la estrategia de la guerra fría entre los bloques occidental y soviético?

-Una potencia como Estados Unidos tiene siempre un dedo en todas las tartas. Por un lado, apoyaba oficialmente al régimen y por otro, a la oposición por si cambiaba la tortilla. Al final, Estados Unidos no sirvió de mucho a aquellos liberales del franquismo porque lo que realmente defendía eran sus derechos en las bases militares y eso sólo se lo podía garantizar la vieja guardia.

-El Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) tenía la sede en París y estaba vinculado a la CIA.

-Supongo que sí. Había en Estados Unidos una preocupación por lo que sucedería en España después de Franco. Cada vez que venía un presidente norteamericano se reunía con representantes de la oposición y no quería nunca tener de enemigos a los del exilio.

-¿Cómo vivió usted el llamado Contubernio de Múnich, donde afloró por primera vez una cierta unidad entre los opositores al régimen franquista?

-Castiella era el inspirador de esa idea de acercar posiciones, pero todo se fue al traste tras la reacción disparatada del Gobierno cuando supo de esa reunión. Castiella se quedó horrorizado. Era un hombre que tenía buena acogida e inspiraba confianza incluso entre la oposición, pero Franco insistía en mantener a España aislada y en demonizar a los antiespañoles.

-¿Cómo vivió Castiella el fusilamiento de Julián Grimau?

-Ése es uno de los casos más dolientes. Nos costó sangre, sudor y lágrimas tratar de frenar ese ajusticiamiento que no se sostenía ni legal ni moralmente. Castiella intentó convencer a los ministros, pero no hubo forma.

-¿Por qué el rey Juan Carlos recurrió a un periódico norteamericano, "Newsweek", para descalificar al presidente del Gobierno que había heredado de Franco, Carlos Arias Navarro, y abrir las puertas de la transición hacia la democracia?

-El Rey acababa de ser proclamado y aprovechando que su amigo de parrandas, Arnaud de Borchgrave, pasaba por Madrid le concedió aquella famosa entrevista en la que decía: "Tengo un presidente que es un desastre sin paliativos". Las relaciones entre el Rey, al que Arias Navarro, que no era monárquico, veía como un chiquillo, y Arias Navarro siempre fueron tensas. El Rey se lo había tratado de cargar meses antes porque aquel Gobierno, que no fue el primero de la democracia sino el último de la dictadura, era una jaula de grillos. Arias Navarro se quedó pálido cuando vio por televisión el discurso del Rey en las Cámaras de Estados Unidos. No sabía lo que iba a decir.

-¿Cómo logró Adolfo Suárez hacerse finalmente con la Presidencia del Gobierno?

-Fueron fundamentales tres matrimonios que cenaban todas las semanas juntos: el de Fernández-Miranda, el de Suárez y el de Juan Gich, delegado nacional de Deportes. Gich era el hombre del sentido común, Suárez era el valiente y Fernández-Miranda, el inspirador del paso de la dictadura a la democracia.

-Luego fue usted el embajador de España en Estados Unidos con el PP durante el segundo mandato de Clinton, una época de vino y rosas, y una fase previa al triunvirato Bush-Blair-Aznar que se inventó las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein para la catastrófica invasión de Irak. ¿Cómo fue posible tamaño disparate?

-Creo que Aznar quiso aprovechar el momento para vengarse de alguna forma del vacío que sentía en la Alianza Atlántica. Lo de Saddam Hussein se salía del marco del Derecho Internacional, aunque fuese un dictador y un sátrapa. En España se tenía el complejo de ser los últimos invitados a la mesa del banquete, y se alió con el Reino Unido y Estados Unidos cuando las relaciones con el resto de los europeos no eran especialmente cordiales. Fue una aventura censurable, pero también lo fue la forma abrupta con la que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero rompió las relaciones con Estados Unidos.

-Ya con Felipe González fue embajador en Japón, país que celebra este año el 150.º aniversario de sus relaciones diplomáticas con España. ¿Cuál fue su principal experiencia de aquella misión diplomática?

-Fue una misión llena de oportunidades en un país que no nos conocía y que nos descubrió gracias a la celebración en 1992 de la Exposición Universal de Sevilla y de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

-En sus recuerdos se refiere a la etapa más dura de su carrera de servicio a España: la de gobernador en Guipúzcoa durante los años de plomo. ¿Qué le ha parecido la exposición que hace Aramburu de aquella época en su best seller "Patria"?

-"Patria" debería ser una novela de obligada lectura para entender lo que representó el terrorismo de ETA, sobre todo en los pueblos. Vivíamos bajo el síndrome del miedo más absoluto. Con insensatez yo salía a veces a la calle sin escolta.

-¿Qué diferencias ve usted entre la evolución de los nacionalismos vasco y catalán?

-En el País Vasco triunfó la reacción del pueblo harto del terror y se ha conseguido tener a unos gobernantes con sentido común que han evolucionado hacia la moderación y el entendimiento. En Cataluña se ha producido un engaño general y la semilla plantada por Josep Tarradellas se ha marchitado. Lo que hay ahora en Cataluña no es aquel nacionalismo moderado con el que se podía dialogar, hay un abuso total.

- ¿Por qué se ha desbocado hasta el esperpento actual el movimiento independentista catalán?

-El propio nacionalismo lleva en sus genes esa locura y creo que se han cometido errores por ambas partes. Echo de menos el "seny" catalán, pero veo con esperanza a los integrantes de Sociedad Civil Catalana y a Ciudadanos.

-Hay destacados militares españoles que denuncian la operación del cierre de nuestras fábricas de armas como una subordinación premeditada a los intereses de empresas norteamericanas y una escandalosa renuncia en investigación tecnológica armamentista. ¿Qué me puede decir usted que representó en España a General Dynamics (GD)?

-GD ha tenido que reducir personal y cerrar fábricas como muchas otras empresas, pero en España no se ha renunciado a nada. Nuestros ingenieros han extendido su influencia.

-De hecho se vincula a ese tipo de intereses norteamericanos el nombramiento de Pedro Morenés como anterior ministro de Defensa y ahora como embajador en Washington.

-Morenés es la mejor baza que tiene España para lidiar con la política exterior en Estados Unidos. Nuestras relaciones con Estados Unidos se basan sobre todo en el entendimiento militar y ése es un mundo que Morenés conoce a la perfección.

-¿Se está produciendo un declive acelerado del liderazgo mundial de los Estados Unidos desde la elección de Donald Trump como presidente en beneficio de China y Rusia?

-El liderazgo no es el mismo, pero todo es reversible. Una cosa es lo que dice Trump y otra lo que hace finalmente.

-¿Cómo es posible que la popularidad de Trump no decaiga en los Estados Unidos cuando su desprestigio se dispara en el resto del mundo?

-Sí que ha decaído, pero con sus políticas a corto plazo ha salvado a las empresas, a la Banca y a las finanzas. Es un espejismo peligroso, pero la gente ve que tiene trabajo, que se repatría capital y que no están tan mal, así que sigue apoyando al presidente. De lo que están asustados los norteamericanos es de las formas de gobierno de Trump a golpe de tuit y con ocurrencias de madrugada.

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