Ha sido una mala semana política, acaso la peor en años. En televisión, otro tanto. Y en las redes sociales, de pena. El asesinato del niño Gabriel, y las circunstancias en las que la autora confesa lo preparó y ejecutó, han sacado de quicio a los más proclives a ignorar cualquier código ético de información. Con decir que la más moderada, sensata y edificante ha sido la atribulada madre de la víctima, Patricia Ramírez, que acabó pidiendo respeto incluso para la ejecutora del crimen, está todo dicho. Algunos programas ignoraron olímpicamente el Código Ético de la Academia de Televisión. La política planeó incluso sobre el tanatorio donde se encontraban los restos del pequeño, lugar elegido por el portavoz popular Rafael Hernando para hacer declaraciones interesadas y aprovechar el momento para intentar pescar votos.

Esta semana, afortunadamente concluida, Pedro Sánchez abrió su Escuela de Buen Gobierno, pero tuvimos en las Cortes una sesión de mal Parlamento, tan penosa que la diputada podemista Carolina Bescansa acabó pidiendo disculpas a la ciudadanía, gesto que la honra. El PP no tuvo reparos en ir a por todas, Ciudadanos cambió su posición sin disimulo y, según Javier Solana, el debate tenía que haberlo ganado el PSOE, pero lo perdió.

Entretanto se incendió Lavapiés, el corazón de Madrid en el que conviven en paz la tradición castiza y la cultura de los inmigrantes subsaharianos. Hubo una desgracia -un infarto acabó con la vida de un mantero que volvía a casa con un amigo cuando se sintió mal-, pero esa desgracia fue retransmitida en redes por algunos concejales madrileños de Podemos como una agresión policial. Fue la voz de alarma para que anarquistas y antisistemas organizaran una violenta manifestación en Lavapiés duramente reprimida -entonces sí- por la Policía. Una noticia falsa -fake news- de manual. Una trifulca política que no ha acabado.

Tres barrios de Madrid más al sur, en Villaverde, los socialistas estrenaban su Escuela de Buen Gobierno con alta asistencia a pesar de la meteorología y un éxito inicial: la mitad de los ponentes no eran militantes y la tercera parte de los inscritos tampoco. Pedro Sánchez quería abrir el PSOE a la sociedad y así cargar de razones al catedrático de Sociología José Luis Tezanos que sostiene que hay una conspiración mediática y de cualquier poder para cerrar a Sánchez el camino a la Moncloa. Sostiene Tezanos que, según sus investigaciones, Sánchez es el líder más valorado y en intención de voto está siete puntos por encima de lo que se dice. Veremos.

Pero en los medios se habló más de las ausencias: Felipe González no fue, Rubalcaba tampoco -molesto por el veto a Elena Valenciano en Europa- y Susana Díaz dio el portazo. El alcalde de Vigo, Abel Caballero, más avispado, acudió y ejerció de líder municipal del partido -por algo es el presidente de la FEMP- dando por superada la batalla de las primarias, como el expresidente Zapatero había hecho en la inauguración llamando a la unidad.

El que también acudió fue Javier Solana, ex ministro y es secretario general de la OTAN, que dio voz a la vieja guardia con críticas directas a Sánchez: "A mí no me gusta este partido y a vosotros tampoco". Y criticó el plante socialista en el Congreso a la negociación del Pacto por la Educación, decisión que nadie entendió porque no se llevaba discutido ni el diez por ciento del texto.

Con todo, Sánchez aguanta ("soy resistente como el acero", nos dijo). Mientras, Albert Rivera apenas se erosiona por cambiar de posición sobre la prisión permanente revisable y prosigue su escalada en las encuestas; Pablo Iglesias tiende a difuminarse y Rajoy no se rinde. Menos se rinde Carles Puigdemont aunque su gente ya flaquea. Pasan las semanas y las pruebas incriminatorias que asegura encontrar la Guardia Civil dibujan un oscuro panorama judicial. Como dijo el exconseller Santi Vila, "algunos querían llevarnos a la preindependencia y terminamos en preautonomía". Diagnóstico certero. Salida incierta.