Una niña de 12 años, procedente de Guinea y que navegaba a bordo de la flota del «Aquarius», le dijo a uno de los voluntarios de la Cruz Roja que ayer trabajaron en el operativo que «hacía mucho tiempo que nadie me daba un abrazo como éste».

Así lo contó a los medios de comunicación Fernando Justa, un voluntario que, visiblemente emocionado, relató algunas de las vivencias de la jornada de ayer durante el desembarque de los 630 migrantes que arribaron a Valencia.

Uno de los casos «más complicados» fue el de una chica de 12 años que bajó del buque en estado de shock y no podía avanzar. «Estaba asustada con todo lo que estaba pasando», indicó.

Tras hablar con ella y darle un peluche para animarla, el voluntario y la joven se abrazaron y la menor le dijo una frase que el voluntario «nunca olvidará»: «Hace mucho tiempo que nadie me daba un abrazo como éste». Justa detalló que a lo largo de toda la jornada trabajaron con unos 124 menores, con edades comprendidas entre los 15 y 16 años a bordo del «Dattilo» y de entre 3 y 15 años en el «Aquarius».

La sensación que les trasladaron, confesó, fue «mucha incertidumbre y miedo» y, por eso, «nuestra función básica es de acompañamiento», señaló. Admitió que la experiencia fue «gratificante e ilusionante» y remarcó que por situaciones como las vividas ayer «hay que seguir trabajando para seguir poniendo una sonrisa en cada niño».

Otra voluntaria y coordinadora del equipo de atención psicosocial de Cruz Roja, María José Talaverano, explicó el caso de una joven de 20 años que se cogía de la mano de una compañera y no la saltó en todo el proceso y recorrido.

«Ha sido como un ancla para ella», destacó para señalar que el solo hecho de cogerle de la mano hizo que la chica «se sintiera a gusto». Talaverano manifestó que durante el desembarco y recepción de los migrantes vio «caras de alegría» porque, pese a la dureza de la situación, «se han visto arropados» y «nos hablaban de esperanza, como la niña que no se soltaba de nuestra mano»