La repentina muerte de John F. Kennedy imprimió de inmediato en su presidencia el mito de "Camelot", una idealización de sus dos años y medio en el poder que aún fascina a Estados Unidos, pero que lentamente comienza a dejar paso a una imagen más fiel del verdadero legado del icono demócrata.

Cincuenta años después de su asesinato, Kennedy sigue simbolizando la ilusión por la política, la promesa de un sinfín de aspiraciones que no vieron la luz en su mandato pero inspiraron desde la llegada del hombre a la Luna en 1969 a la esperanzadora campaña del actual presidente de EE.UU., Barack Obama, en 2008.

"El impacto más significativo de Kennedy es la esperanza de que la política estadounidense puede ser mejor. Hay un romance con él, y con lo que podría haber hecho, que sigue presente en el imaginario estadounidense", dijo a Efe Julian E. Zelizer, experto en historia presidencial en la Universidad de Princeton.

La noción de "Camelot", que vinculaba la era Kennedy con la leyenda del rey Arturo, fue inventada por su viuda, Jacqueline, poco después del asesinato y tomó fuerza "de inmediato", según Larry Sabato, autor del nuevo libro "The Kennedy Half Century".

"Prácticamente la agenda completa de Kennedy, que estaba estancada en el Congreso, fue aprobada como un tributo al presidente fallecido", recordó Sabato en un artículo en "Business Insider".

En efecto, durante su fugaz presidencia Kennedy "no pudo lograr que el Congreso respaldara muchos de sus proyectos", apuntó Zelizer.

Discurso inaugural de John Fitzgerald Kennedy en 1961.

Uno de los logros frecuentemente atribuidos a JFK es la legislación a favor de los derechos civiles, aprobada en 1964 durante la presidencia de su sucesor, Lyndon B. Johnson (1963-69).

No obstante, los archivos de su presidencia revelan que Kennedy tuvo en realidad "muchas dudas" a la hora de abrazar ese movimiento e incluso se opuso a la celebración de la "Marcha en Washington" encabezada por Martin Luther King en agosto de 1963.

"Apoyaba la idea en sí, pero tenía muchas dudas de que pudiera aprobarse en el Congreso, y temía que impulsarla pudiera herir sus perspectivas de reelección" en 1964, explicó Zelizer.

Si en 1961 Kennedy consideraba esa legislación "políticamente imposible", en 1963 asumió que "ya no podía ignorar" el movimiento. "No lideró la lucha, pero sí respondió a ella", resumió el experto.

Lo que verdaderamente define la presidencia de Kennedy, según Zelizer, es "su llamada al servicio público", formulada durante su investidura en 1961 con un célebre "no preguntes lo que puede hacer tu país por ti; pregunta lo que tú puedes hacer por tu país".

"Esa idea sigue atrayendo hoy a muchos estadounidenses", opinó Zelizer.

Fue esa filosofía la que motivó la creación en 1961 de los Cuerpos de Paz, una red de voluntarios que desde entonces ha viajado a 130 países con proyectos de educación, salud y medio ambiente.

La misma idea estaba detrás del ambicioso llamamiento de Kennedy a llevar al hombre a la Luna antes de que acabara la década, un objetivo que generaría enormes expectativas en torno al programa espacial estadounidense, inmerso en una dura carrera con la URSS.

Kennedy, sobre el viaje a la luna.

La política exterior de Kennedy también evolucionó durante su mandato, desde una mentalidad anticomunista "de línea dura" a un "interés en las posibilidades de paz" en la Guerra Fría, como demostró la firma en octubre de 1963 de un tratado que prohibía la mayoría de pruebas de detonación de armas nucleares, señaló Zelizer.

Ese mismo año, el mandatario llamaba en un famoso discurso a sacar a EE.UU. y Rusia de su "peligroso ciclo" de hostilidad.

"Nadie sabe hacia dónde habría evolucionado esa idea (de no haber muerto Kennedy). Hay quienes opinan que habría evitado una escalada en la guerra de Vietnam", indicó a Efe Leo Ribuffo, profesor de historia en la Universidad George Washington.

Quizá el último coletazo de la influencia de JFK estuvo en la campaña de Barack Obama en 2008, que generó un entusiasmo "muy similar" al de la elección de Kennedy en 1960, de acuerdo con Zelizer.

"Creo que la comparación también tiene sentido ahora que la presidencia de Obama está acabando y que (como Kennedy), es un mandatario cada vez más frustrado con la política e incapaz de lograr mucho de lo que quería", indicó.

Para Ribuffo, el dramatismo de la historia familiar de los Kennedy hace que la memoria del expresidente "siga envuelta en el mito" de una forma que aún llevará "mucho tiempo" disipar.

Zelizer, en cambio, cree que los estadounidenses comienzan a "mirar con más moderación" al mandatario demócrata, y que "tanto lo bueno como lo malo empieza a verse con más claridad".

"Cuanto más nos alejamos del trauma del asesinato, con generaciones más jóvenes que no lo han vivido, es más fácil empezar a pensar sobre qué ocurrió y quién era él", opinó Zelizer.

Con él coincide Sabato, para quien la "claridad histórica" sólo es posible "cuando queda poca gente con un interés personal en defender o condenar a un expresidente".

"En el caso de Kennedy, estamos casi en ese punto", argumentó.