La tasa Tobin, el impuesto sobre las transacciones financieras, es una realidad cada día más cercana para los ciudadanos de la Unión Europea que aún no la están pagando, ya que hay países, como Francia, en la que no sólo la utilizan, sino que acaban de elevarla, del 0,2% actual al 0,3% para el 2017.

Los defensores de la misma dicen que genera estabilidad en los mercados y disminuye los movimientos especulativos. Sus detractores, que es una mera forma de recaudación (la tasa europea recaudaría unos 35.000 millones de euros anuales) y que la pagaría siempre el cliente.

Sea una forma u otra, la tasa está cada día más cerca, según ha señalado el comisario europeo de Economía, Pierre Moscovici. Esta declaración no es poco, si tenemos en cuenta que se lleva más de una década estudiando su implementación. Se espera que Bruselas presente un proyecto legislativo antes de final de año, en su tercer intento de establecer el impuesto, tras fracasar el intento de establecerla de forma global o a los 11 países más importantes, algo que aceptó España, pero no de forma muy entusiasta.

El nuevo proyecto se reduce a 10 países: Alemania, Francia, Italia, España, Portugal, Grecia, Austria, Bélgica, Eslovenia, Eslovaquia, pero también trae cambios de forma ya que excluye a las operaciones relacionadas con la deuda pública, modifica las reglas para imposición en productos derivados como opciones y futuros a la vez que establece reducciones en las operaciones internas. El impuesto sería de un 0,1% por cada acción y del 0,01% sobre los derivados.

¿Cómo afecta la tasa Tobin al ciudadano?

A priori, buena parte de los ciudadanos pueden ver en la aplicación de la Tasa Tobin como positiva. Esa es la posición de sus defensores, empezando por Alemania y Francia, dos de sus principales adalides. El argumento es claro, es el sector financiero quien ayuda y aporta recursos a financiar gastos públicos o ayudas al desarrollo. ¿Pero será así en la práctica?

Este es uno de los temores prácticos más bien argumentados. Al final, los costes y comisiones que se aplican a la banca no tardan en repercutirse al cliente. Pensemos en buena parte de las grandes operaciones que estarían grabadas, las que realizan los fondos de inversión o planes de pensiones. Las comisiones de estos productos el cliente no las percibe directamente, no se las cobran en cuenta, si no que se disminuyen de los rendimientos, la rentabilidad, que genera el producto. Por ello, la tentación y facilidad de elevar estas comisiones para cubrir el coste de la tasa Tobin sería rápido y sencillo para la industria financiera.

También existe un riesgo de desincentivar las grandes operaciones financieras en los países que lo apliquen y que los grandes brokers trabajen más en países donde no se aplica esta tasa. Por todo ello, no sólo no se cumplirían todos los objetivos de recaudación, también llevaría a que se generen pérdidas en la recaudación de impuestos por el traslado de actividad fuera de nuestras fronteras.

Sea de una forma u otra. Si se quiere implementar en la Unión Europea se necesitará de un seguimiento continuo por parte de las administraciones para conseguir ese objetivo de contribución por parte del banco y no que sea un impuesto más que pagará el ciudadano.