El «príncipe» Michael de Sealand ha decidido poner en venta su isla artificial frente a las costas inglesas, considerada como el más pequeño país del mundo. El principado de Sealand emite sus propios pasaportes y sellos de correos y acuña su propia moneda e incluso una selección nacional de fútbol, entre otras características de un Estado independiente.

No es, sin embargo, un lugar muy cómodo para vivir pese a que ofrece excelentes vistas marinas, ya que consiste en una plataforma de hormigón sobre dos pilares, parte de un fortín de la II Guerra Mundial. Puede accederse a él solamente por helicóptero y barco.

Sus alojamientos no tienen nada de palaciego, ya que son barracones de acero en los que reverbera continuamente el ruido de varios generadores.