Siempre ha habido dioses. Y siempre ha sido necesario aplacarlos, pues por lo general no tienen buen carácter. Algunos se conforman con el sacrificio de un cabrito, un conejo, una gallina, pero no es lo normal. A los dioses se les han entregado niños recién nacidos, adolescentes, viejos, doncellas, bueyes? Para que lloviera, para que no lloviera, para que los volcanes no eructaran, para que la Tierra se quedara quieta o el mar no se saliera de madre. Jamás han faltado motivos para el sacrificio. Tampoco hoy. Escucho por la radio a un experto en economía del que sé que es ateo y, sin embargo, habla de «los mercados» como otros hablan de los dioses. Asegura que hay que tomar medidas urgentes para calmar a los mercados. Hoy día hablamos de los mercados como algunos pueblos antiguos se referían a los volcanes, a los que era preciso aplacar, cuando entraban en erupción, con ritos cuyos detalles nos ponen los pelos de punta todavía.

¿Y qué quieren de nosotros los mercados (o los Mercados)? Que resultemos baratos (que seamos competitivos, dicen ellos). Tienen más demandas, pero la fundamental es ésta: que seamos sumisos frente a sus requerimientos. Los Mercados se están cebando ya con Grecia, la patria de los dioses clásicos, pero otean en otras direcciones, buscando víctimas propiciatorias. Lo sabemos porque el representante de los Mercados en la Tierra (Standard & Poors) acaba de darnos el primer aviso. Standard & Poors, como la mayoría de los representantes de los dioses, está compuesto por un grupo de charlatanes que no vieron la crisis financiera ni cuando la tenían encima. Pero los charlatanes, cuando hablan en nombre de Dios, se transforman de tal modo que dan miedo a las mentes más racionales.

Las mentes racionales que escucho por la radio, mientras doy mi paseo matinal (pensando ya, para decirlo todo, en el gin tonic de media tarde) aseguran que si no ofrecemos un sacrificio a los Mercados, éstos nos atacarán con movimientos especulativos capaces de conducirnos a la ruina. Pero cuando se les pregunta quiénes son los mercados y quiénes los especuladores, no saben, no contestan.