Tenía que ser el año de su retirada. El Bribón del armador Josep Cusí y patroneado por Gonzalo Araújo logró ayer su sexto título en la Copa del Rey de Vela Audi-Mapfre disputada durante esta semana en aguas de la bahía palmesana. Por ese nuevo título histórico y por ser el barco en el que don Juan Carlos ha competido en multitud de ocasiones, el monarca se encontraba ayer emocionado, contento, feliz. Sobre todo, en el momento en el que toda la tripulación del TP52 subió al escenario habilitado en Ses Voltes. Abrazos y gestos de cariño y complicidad con el jefe de Estado.

Se esperaba que la familia real al completo presenciara esta entrega de premios. Pero no. Cambio de agenda precipitado que casi desluce la ceremonia de clausura de la que es una de las regatas más veteranas del panorama nacional. Los príncipes de Asturias, los Duques de Palma, la infanta Elena y todos los pequeños de la casa dedicaron la tarde-noche de ayer a cenar en el restaurante Flanigan. También estuvieron los reyes, pero éstos, sí quisieron despedir a los regatistas. El príncipe, en un segundo discreto plano, también aplaudió a las tripulaciones. El resto, a Marivent, que el día había sido muy largo.

En el escenario, en que también había sitio para algunas autoridades isleñas como el president del Govern, José Ramón Bauzà; la presidenta del Consell, María Salom y Mateu Isern, alcalde de Palma, reinaba el buen ambiente. Hacía tiempo que a don Juan Carlos no se le veía tan relajado, tan a gusto. Doña Sofía, también muy sonriente, intercambiaba palabras cómplices con su marido. La noche se presumía ligera.

Comenzó la ceremonia con cierto retraso, es lo que tiene salir de una cena casi sin tiempo para tomarse el postre. Tanta fue la celeridad que a muchos reporteros gráficos no les dio tiempo de inmortalizar el gran momento de la noche, el que protagonizaron el rey y Josep Cusí cuando éste recogió el premio para el Bribón, ganador absoluto en la 30 edición de la Copa del Rey de Vela Audi-Mapfre. Abrazos, felicitaciones y, casi se podía adivinar, cierta envidia. Al jefe de Estado le hubiera encantado haber participado o, al menos, haber podido subir a cubierta. Su reciente operación de rodilla y una reciente tendinitis se lo impidió. Pero, como subrayó Cusí el una entrevista, el rey "había seguido la regata desde Marivent con unos prismáticos". Seguro que incluso se atrevió a indicar la táctica.

Don Felipe, muy bronceado, fruto, sin duda, de las largas jornadas en el barco, ocupó un segundo plano. Aún así, estuvo muy pendiente de sus padres que, de vez en cuando, giraban la cabeza para conversar con él algunos de los aspectos de una ceremonia en la que también hubo mención especial a Televisión Española por la cobertura prestada durante las tres décadas de competición; al periodista Pedro Sardina, en representación de todos los medios y al primer vencedor de la regata.

Minutos después, con todos los trofeos y placas entregados, tocó despedida, otra vez, a los políticos. El rey, que aún lleva la bota ortopédica que le inmoviliza parte del tobillo izquierdo, tuvo cierta dificultad para bajar las escaleras del escenario. Pero las salvó, como siempre, muy resuelto.

Por la mañana, el príncipe y la infanta Cristina llegaron al Náutico para formar parte de las dos últimas pruebas del día. Tras las mangas, fue la princesa Letizia la encargada de recoger a Felipe. Junto a él y el resto de la tripulación del Hispano, aplaudieron la llegada del Bribón al pantalán. Testigos fueron además del chapuzón de Cusí y sus chicos.

Y para acabar el día, cena familiar, otra vez, desmontando rumores que apuntan al distanciamiento. Sirvió, la velada, para ver el cariño que los pequeños sienten por su abuelo. Al marcharse éste, bajó la ventanilla y uno por uno le dieron un beso en la mejilla. También en una animada conversación se vio a Letizia con sus cuñadas. Y a Leonor y Sofía felices con sus primas. Típica estampa familiar de verano y con Mallorca como telón de fondo. Un buen final de vacaciones.