«La risa es el Sol que ahuyenta el invierno del rostro humano» (Víctor Hugo)

El fiscal general del Estado solicitó al juez Del Olmo que adoptara como medida cautelar el secuestro de la publicación de humor «El Jueves» porque, como todos los españoles gracias a esa medida sí hemos visto, sacaba a los Príncipes de Asturias «desnudos y en una explícita postura sexual». ¿Tendrán el fiscal y el juez la misma tía abuela que tengo yo, solterona ella, beata, que nos decía que el sexo era como defecar, es decir, «caca»? ¿O será que estos dos señores, que representan a una institución para mí la fundamental de una sociedad democrática, el poder judicial, no practican el sexo, o lo practican con la luz apagada, o con las ropas puestas, descubriendo solamente las necesarias e imprescindibles partes para procrear, pero sin que sean vistas por el otro o la otra?

En realidad creo que tanto el fiscal como el juez que instruye el caso han querido ser consecuentes con la publicación producto de sus desvelos y han hecho todo un despliegue propio de una película de los hermanos Marx. Y sería cómico si no fuera porque ambos, el juez Juan del Olmo y el fiscal general del Estado, tienen entre sus sagrados deberes el de actuar contra el genocidio, el terrorismo, el tráfico de drogas, la corrupción (en la política, en la justicia, en cualquier ámbito) y, como resulta que los medios de los que disponen son finitos y lo que tienen que hacer infinito: ETA, Marbellas, «operaciones Nécoras», etcétera..., ¿no están cayendo estos dos señores, con sus medidas, en una interpretación incorrecta y poco democrática de la protección de las instituciones, suponiéndoles a Guillermo Torres y Manuel Fontdevila «ánimo de injuriar» en vez de considerarlo como una expresión de sus ideas con ánimo de divertir? Porque, si bien es cierto que nuestro Código Penal protege de manera especial las instituciones básicas del Estado -Cortes Generales, Corona, Gobierno y poder judicial- y a los miembros que las representan en cada momento, no lo es menos que en una sociedad democrática la crítica que hacia dichas instituciones hacen los ciudadanos es un elemento imprescindible y necesario de control democrático. ¿No estarán cayendo, además, en una mala utilización de los medios finitos?

Conde-Pumpido y señor Del Olmo: en lo que a mí concierne, aunque ustedes no me lean, y en lo que concierne, me consta, a muchos ciudadanos más, nos gustaría que con los medios finitos de los que ustedes disponen y lo infinito de lo que persiguen, utilizaran esos medios finitos, que provienen de todos los españoles, en continuar persiguiendo lo infinito: ETA, la corrupción, los entramados de las drogasÉ, y no los malgastaran en perseguir a una revista concebida para hacer reír, por unas caricaturas que, se mire por dónde se mire, representan un acto de amor, hablan del trabajo y ponen en práctica una medida del Gobierno. ¿Se puede ser más respetuoso con las instituciones y con la sociedad?