Recordó José Luis Martínez en su perfecta homilía para Dioni Viña la frase con la que la estupenda escritora que era Teresa de Jesús resumió la incertidumbre de quienes encallan en la conciencia del absurdo de la vida y acaban por pensar que esto es «una mala noche en una mala posada». Quizás en ese momento sí que sea buena cosa disponer de ese asidero interior y misterioso que proporciona la fe religiosa. Para quienes no disponen, por razones igualmente misteriosas, de ese don divino hay algún consuelo humano, no tan firme, pero que alivia en su contingencia. La vida de Dioni Viña es una de esas raras, rarísimas, vidas que, incluso con sus contratiempos, las traiciones del cuerpo, los años finales de mala suerte y zozobra, parece justificarse por sí misma para quien no está ávido de justificaciones mayores. Es un ejemplo de vida disfrutada y bien vivida: una vida con cierto sentido en sí misma, como una buena tarde en un buen chigre.