La iglesia parroquial de la Inmaculada brindó un multitudinario adiós a la profesora María Begoña Canga Meana, fallecida de forma repentina el pasado sábado a los 56 años de edad. Begoña Canga Meana llevaba dando clases en la Inmaculada desde hacía más de 30 años. Ahora desarrollaba su labor con alumnos de 5.º y 6.º de Primaria.

Durante el funeral, celebrado en la tarde de ayer, los alumnos de la profesora fallecida tuvieron un lugar reservado al lado del altar. La ceremonia fue presidida por Jesús Díaz Baizán, superior de los jesuitas de Gijón. También estuvo presente el delegado de Educación Provincial, José Ignacio Rodríguez. El cariño de la comunidad educativa y de todos los alumnos del centro quedó de manifiesto en la despedida de la profesora, ya que fueron muchos los asistentes que se congregaron para llenar la iglesia de La Inmaculada.

María Begoña Canga Meana estaba soltera y vivía con su madre, María Luisa Meana Amado, de 92 años. La profesora de la Inmaculada tenía dos hermanos, Bernardo Canga Meana, responsable de Protección Civil de Gijón, y Pío Canga Meana. Durante su etapa como educadora en el colegio de la Inmaculada, en el que comenzó muy joven y llevaba treinta y cinco años, enseñó en todos los cursos. En los últimos años se encargaba de dar clase a los alumnos de 5.º y 6.º de Primaria -de 10 a 12 años-. La muerte de la maestra gijonesa pilló de sorpresa tanto a sus familiares como a sus amigos, ya que, aunque llevaba unos días enferma, le habían dicho que se trataba de un proceso gripal.

El Colegio Inmaculada recupera hoy su actividad normal, después de suspender ayer las clases de Primaria. El resto de etapas educativas mantuvieron su horario habitual, aunque, como reconoció el director del centro gijonés, Ignacio Menéndez, «se sentía el vacío y el dolor por la pérdida de Begoña en el colegio».

Desde la Inmaculada ahora el objetivo es recuperar a los alumnos, no sólo de 5.º y 6.º de Primaria, a los que impartía clase Begoña Canga, sino también a los de cursos superiores, que también habían pasado por la clase de la profesora fallecida. La pérdida de Canga ha sido un palo muy duro para la comunidad educativa y, sobre todo, para los estudiantes de los jesuitas, ya que, como señalaban los que la conocían, «estaba muy unida a sus alumnos».