A. RUBIERA

Cabueñes quiere tener un protocolo de sedación al final de la vida. El documento, que en la actualidad se está sometiendo a debate entre todos los profesionales del hospital gijonés, busca el consenso y la coordinación ante algo tan complejo y difícil como es la atención a los enfermos en situación terminal.

Tras la polémica por el caso del hospital de Leganés, donde al coordinador de Urgencias se le acusó de practicar una «eutanasia masiva» por sedar de forma irregular a más de 400 pacientes, quedó en evidencia el pantanoso terreno en el que se mueven muchos profesionales sanitarios en lo que se refiere a la atención a los enfermos terminales y a su sufrimiento. Ahora, en Cabueñes, una comisión de especialistas intenta poner orden a esas actuaciones. «Queremos que sea un protocolo vivido y aceptado por el hospital», aseguró el doctor Mariano Lacort.

El intensivista hizo ayer de portavoz de un grupo de trabajo de Cabueñes y presentó en el centro gijonés lo que ha sido la base del borrador del protocolo recién redactado: una encuesta realizada entre profesionales sanitarios para «aproximarnos a la realidad de lo que sucede aquí en torno a la muerte y al sufrimiento de los pacientes», comentó.

La encuesta reveló, entre otras realidades, que todos los profesionales considera que la atención a los pacientes terminales es responsabilidad del hospital; también, que el cien por cien acepta la sedación en caso de sufrimiento físico, pero hay menos consenso en caso del sufrimiento psíquico; que los médicos jóvenes son los más reacios a la sedación; que, lamentablemente, la mayoría de profesionales de Cabueñes considera que en el centro se producen muertes con sufrimiento evitable por el miedo legal y religioso, por la falta de conocimiento sobre estas situaciones y por la dificultad de encarar esos complejos temas. Otra evidencia es que según una mayoría de encuestados, las condiciones de intimidad o dignidad con las que se muere en Cabueñes «deberían mejorar», sobre todo con medidas estructurales (habitaciones individuales, intimidad, acompañamientoÉ ).

Las familias lo piden

También se sabe ahora que son las familias las que mayoritariamente piden la sedación; que a los enfermos pocas veces se les informa de ese paso; y que los profesionales demandan un protocolo de actuación y planes de formación para mejorar en su conocimiento de la agonía, de los cuidados paliativos en general, y también habilidades de comunicación para atender a las familias y a los propios enfermos.

Mariano Lacort dejó claro que «además de enfrentarnos a un tema delicado -el de la sedación-, es un problema que por número de gente a la que afecta merece nuestra atención, ya que casi un 5 por ciento de los pacientes que ingresan en Cabueñes (unos mil al año) fallecen en nuestro hospital». Pese a todo, de las 1.300 encuestas distribuidas apenas participaron en el estudio 317 profesionales de las categorías asistenciales.

Los resultados de la consulta son reveladores en cuanto a la total aceptación de la plantilla de la sedación en caso de que un paciente tenga sufrimiento físico y no se pueda hacer más por él. «Es algo que se ha demostrado que todo el mundo acepta», indicó Lacort. Pero no hay esa unanimidad cuando la pregunta se centra en lo psíquico. ¿Se debe sedar a un paciente por el que ya no se puede hacer nada cuando tiene un sufrimiento psíquico? El 13 por ciento de los encuestados dijo que no.

«Ahí, claramente, la pregunta se complica», apuntó Mariano Lacort. La tendencia es que sean los médicos con menos de cinco años de ejercicio profesional, y más los hombres que las mujeres, los que nieguen esa posibilidad. «A medida que los profesionales tienen más años de experiencia la tendencia es a sedar más», explicó el portavoz de la comisión.

Otra dura certeza: el 91% de los profesionales del hospital considera que en Cabueñes se producen muertes con sufrimiento evitable. Y creen, mayoritariamente, que eso ocurre frecuentemente o algunas veces, no como algo esporádico. «Lo ideal aquí sería la tolerancia cero, es decir, que eso no se produjera, así que tenemos mucho por hacer», sostuvo Lacort. Son los médicos los que consideran que ocurre pocas veces, frente a la opinión de auxiliares y enfermeras que piensan que se produce más a menudo. «¿Es porque tienen más sensibilidad o porque lo viven más de cerca? Debemos intentar respondernos esto», dijo Lacort.

Con respecto a los motivos que se argumentan para que haya enfermos sufriendo al morir, la primera causa es el miedo -legal, religioso y ético-moral-; la segunda, la falta de conocimiento de cómo manejar esas situaciones terminales; la tercera, el desinterés hacia los temas de la agonía y también «porque el pronóstico de terminalidad es algo muy difícil para un médico»; en cuarto lugar estaría la dificultad de que las familias acepten esa situación. Sobre todas esas sombras se quiere arrojar algo más de luz con el futuro protocolo de sedación.