Víctor GUILLOT

El abogado y ex profesor de Derecho Marítimo Marino Galán falleció ayer a la edad de 76 años, en Gijón, tras una larga enfermedad. Colaborador de LA NUEVA ESPAÑA antes de sufrir su enfermedad, fue asesor jurídico de varias empresas marítimas y secretario personal del alcalde de Gijón Ignacio Bertrand en los años sesenta. En esa misma década ejerció de secretario de la I Feria de Muestras de Asturias, cuando ésta se celebraba en la avenida Fernández Ladreda. Durante esos años también fue miembro de la junta local de Protección de Menores y, actualmente, se dedicaba a la investigación histórica, llegando a impartir conferencias de Derecho e Historia Marítima en el Ateneo Jovellanos, del que fue su vicepresidente, desde que la institución cumpliera cincuenta años. Su actividad se complementaba con otras colaboraciones en revistas especializadas de derecho. Los últimos años los vivió embarcado en su gran proyecto personal: una investigación histórica sobre la figura del gijonés Pedro Valdés, general y almirante, así como gobernador de Cuba con Felipe II.

Marino Galán nació en Lastres en 1931. Su padre, Leopoldo Galán Pérez, era oficial de la Armada, destinado en El Musel. Durante su infancia vivió en la Casa de los Prácticos, hoy derribada con la ampliación del puerto. Allí se crió junto a su hermano Leopoldo. Unos años más tarde estudió en el Antiguo Instituto el Bachillerato. Aunque se licenció en Derecho a través de la Universidad de Cimadevilla de don Fermín Álvarez Sala y se especializó en Derecho Marítimo en la Escuela Náutico-Pesquera, su gran pasión era el mar, según confesaba ayer emocionado su hermano Leopoldo: «Siempre quiso ser marino y yo creo que esto le viene de su infancia en Lastres. Siempre vivió a la orilla del mar y pretendía navegar».

Aunque no logró sus anhelos como navegante, sería una pieza imprescindible en el Gijón de los años sesenta. Junto a Ignacio Beltrán, alcalde de la ciudad, vivió una estrecha amistad, nacida al albur de su afán por conocer la historia. Aquella relación, casi fraternal, nació en las tertulias que Gijón disfrutaba a finales de los años cincuenta. De esa camaradería fraguada en los cafés daría lugar una gran relación profesional: Marino Galán sería el secretario personal del alcalde.

Cuenta su amigo Bastián Faro, periodista del diario «Voluntad» y después de LA NUEVA ESPAÑA, que Marino Galán era un tipo bastante tranquilo, amante de la historia y extraordinariamente culto. Un hombre con las ideas claras.

Se jubiló de toda actividad profesional a los 65 años, pero no renunció a tomar partido de la vida política a través de sus artículos de opinión en LA NUEVA ESPAÑA.

Su gran conocimiento del Derecho Marítimo, de El Musel y de la actividad marítima de Gijón le permitieron participar en el debate sobre «el superpuerto» con gran solvencia en sus opiniones. Efectivamente, Marino Galán consideraba que la solución «3 C», que había planteado el Gobierno de Vicente Álvarez Areces en su primera legislatura con mayoría absoluta, cegaría el denominado canal del Norte, que es el que tenía mayor profundidad, por encima del canal del Este. Entonces Marino Galán se planteaba preguntas que hoy siguen sin tener una respuesta clara: ¿qué empresas se beneficiarían de la ampliación?, ¿cuántos puestos de trabajo se crearían?

Galán propuso un diseño del nuevo puerto hacia el Noroeste para que los nuevos diques y muelles quedasen tapados por el actual dique Príncipe de Asturias, dejando la bocana orientada al Este, una solución muy parecida a la propuesta «2A» que algunos especialistas defendieron para evitar complicaciones en la playa de San Lorenzo.

Sus opiniones no dejaban de ser audaces y polémicas: «el gran El Musel se hará, por supuesto», escribía hace cinco años, «sería suicida oponerse a su construcción. Pero cuidado, un puerto por sí sólo sin una buena red de comunicaciones con su "interland" es como la puerta de una nevera muy historiada, pero vacía. Así las cosas, para Asturias es más importante la variante del Pajares y una autopista que saliendo de la costa oeste comunique con Castilla, que un nuevo espigón en El Musel», concluía.

Aunque tenía una visión pesimista de la vida política local, no renunciaba a la ironía. En asuntos de urbanismo, también dejó su palabra escrita: «No parece, incluso hoy, después de la larga experiencia de caciquil urbanismo que ha sufrido Gijón con los distintos ayuntamientos, que las conciencias municipales distingan con claridad el bien del mal urbanístico, ya que no hace apenas un año recreció el martillo de Capua, se perpetuó un nuevo túnel con las construcciones de la Carretera de la Costa y se hace y deshace Begoña, sin encomendarse a Dios ni al diablo».

Desde su juventud, Marino Galán participó activamente en el Ateneo Jovellanos. La celebración del quincuagésimo aniversario de la institución se hizo con un libro «El Ateneo Jovellanos de Gijón. Medio siglo de historia», escrito por Antonio Martín, Mauro Muñiz e Isabel Moro, y coordinado por Marino Galán. El vicepresidente del Ateneo también intervino en la polémica que hoy sufren sus socios desplazados de la Cátedra de Extensión Universitaria. Entonces, Galán ya tenía formada su propia opinión y una mirada amplia de la cultura.

En uno de sus últimos artículos escribió: «Como siempre ocurre en la vida, a días de esplendor le suceden días oscuros, aunque el Ateneo, unas veces con mayor fortuna y otras con menos, fue asimilando aquéllos y superando éstos. El Ateneo que sigue, sin embargo, sabe de la independencia de criterio y el afán de los gijoneses por la cultura. Y en ese afán y en esa independencia se apoya para seguir navegando. Que la mar de la cultura le sea llana y los vientos del destino favorables». Su viuda Belén Dejove y sus dos hijas Belén y Covadonga recibieron en el tanatorio de Cabueñes numerosos testimonios de pésame. El funeral será mañana a la una de la tarde en la iglesia de San Pedro.