A. RUBIERA

En el primer piso del número 32 de la calle Covadonga -casi de frente al teatro Jovellanos-, las mujeres asturianas van tener en breve una nueva casa de encuentros. Será una sede contra la angustia. Una sede de la que se podrá beneficiar una de cada ocho o diez mujeres asturianas. Tantas como está descrito científicamente que van a sufrir en su vida un diagnóstico de cáncer de mama.

La sede ya está alquilada por la Bruno Salvadori Lions Fundación (la obra social de la Fundación Lions Club de Gijón) y sólo está pendiente de unos arreglos para que se abra oficialmente una puerta a la compañía, la escucha, la ayuda, y también al combate contra una enfermedad que tiene contra las cuerdas a la población femenina, no tanto por su mortalidad como por el gran impacto que genera en la vida de quien la padece y de todo su entorno.

De ese impacto, del miedo, de las dudas, de la soledad que se llega a sentir, y de los maltratos que a veces se acusan a costa de ese diagnóstico saben mucho Guadalupe Vega, Tina Alonso, Gloria Castañón, Conchi Gómez o Eva Suárez. Son algunas de las primeras voluntarias que se suman a una Fundación que preside Carmen Gainza y a la que acompañan María García-Rendueles (vicepresidenta), Noemí Escribano (tesorera), Félix Quintana (secretario), y con Áurea Fernández Monedero, Susana Escribano, Luis Castañón, Teresa Calderón y Carmen Moriyón como vocales. Algunos son miembros del Club gijonés de los Leones, de donde parte esta iniciativa de voluntariado y apoya financieramente la asociación; el resto, la gran mayoría, son sufridoras del cáncer de mama, ya sea en carne propia o en la de algún familiar.

«Queremos que la nuestra sea una casa de encuentros donde la gente pueda acudir con la garantía de que se va a encontrar con gente que padeció, superó o está en ello, y que sabe de lo que habla cuando alguien le diga que tiene un cáncer de mama. Toda la gente debe saber que vamos a estar allí para ayudar», explica Carmen Gainza.

En gran medida, la asociación ha cogido el testigo de una idea que se lanzó desde la unidad de mama del Hospital de Cabueñes, que tiene en la doctora Carmen Moriyón una de sus cabezas más visibles, como antes lo fue la del doctor Pelletán. «Los médicos suelen decir que ellos tienen poco tiempo para arropar a una paciente a la que dan un diagnóstico de cáncer de mama. Y que por mucho que lo adornen, siempre es un diagnóstico difícil de aceptar. Nuestra idea es ofrecer la que será nuestra sede, para que la gente pueda venir a charlar de sus miedos, a informarse de qué hacer a partir del fatídico momento, o cómo actuar en función de la experiencia de otros. Queremos que sea un lugar amable donde se pueda orientar a una mujer lo mismo de dónde comprar una peluca o un sujetador si te han quitado una mama», cuentan las implicadas.

Tina Alonso, veterana de los movimientos vecinales, no pone paños calientes a una situación que ella vivió en primera persona: «Yo pienso que hay un antes y un después del diagnóstico. Y tengo la certeza de que hay un momento de vacío muy grande entre que te dicen que tienes un tumor y se inician los tratamientos. Ahí, todas sentimos que necesitábamos hablar con alguien y no sabíamos a quién recurrir». Para ella, uno de los mejores alicientes que ofrece la Fundación es que «siento que la sociedad se involucra con nosotras en esta enfermedad. Vamos a disponer de un sitio desde donde ofrecer ayudar y que te ayuden».

Gloria Castañón sabe lo que se llega a sufrir cuando a una hermana, como fue su caso, le diagnostican unos meses de vida. «Mi hermana nunca supo de ese plazo que dijeron los médicos; pero para mí, cada día que me levantaba, era un día menos. Los que estamos cerca de los enfermos también sufrimos muchísimo, nos sentimos perdidos y necesitamos que alguien nos ayude a afrontarlo, a entender al paciente, a saber cómo actuarÉ porque lo mismo es malo contemplarlos en exceso que quedarse cortos. También nosotros necesitamos desesperadamente en algunos momentos a alguien con quien hablar y a quien preguntarle todas nuestras dudas», expone.

«Hay una tercera parte en nuestros propósitos -expone María García-Rendueles- y es el apoyo que puede llegar a darse a quien recibe un primer susto, aunque finalmente no se concrete el fatal diagnóstico».