¿Por qué no se habilita un paso en el medio que comunique las dos aceras? ¿Dónde se depositan las basuras? ¿Qué pasa si tienen que actuar los Bomberos? ¿No hay otra forma de garantizar la seguridad más que con unas vallas que dejan la calle en tinieblas? ¿Quién va a ayudar al comercio y la hostelería a sufragar las pérdidas?

El comercio de la calle Marqués de San Esteban está sufriendo las incomodidades típicas de una obra de ésta envergadura con el agravante de que las vallas incomunican las dos aceras cortando el flujo comercial.

Mercedes Arias tiene una mercería en la acera de los números pares y una parte importante de su clientela vive en la «zona impar». «Si la gente no pasa, ¿de qué vivimos? Ellos van a seguir cobrándonos impuestos sin importarles si vendemos o no. Una opción sería el liberarnos de pagar a Hacienda y los impuestos mientras duren las obras. No es un capricho, es que al final pagamos los de siempre, los más débiles». Y añadió con visible preocupación: «Nos impiden vivir y así vamos a tener que cerrar».

Mercedes Rodríguez, del bar Benita, critica las formas. «El sábado cerraron y punto, no les importa nada. No es normal que corten así una calle completa en el centro, máxime cuando saben que están provocando una situación insostenible en el comercio de la zona, ya de por sí débil».

La obra dejó a Ramón González, de confitería Cortina,sin el grueso de su clientela del hotel de enfrente, que recibe un bono para desayunar en su establecimiento. «No puedo hacer nada porque no es de recibo que para desayunar tengan que dar la vuelta a toda la calle». Y añadió: «Lo que no entiendo es que ya hayan acabado de poner la cañería en la zona de arriba y que no den paso antes de cerrar más calle». González criticó también que se cierre la calle antes de hacer obra. «Esto lleva 21 días vallado, pero no hicieron nada porque les faltaba alguna maquinaria, nos ahogan sin motivo, y desde el 16 de enero aguantando son muchos días».

Dalia Álvarez Ordóñez es una experta en soportar obras puesto que le tocó la otra remodelación de la calle. «Hace diez años ya pasamos mucho, y ahora otra vez. Tenemos la cochera al otro lado, y salir de casa es toda una odisea. Nunca fue tan difícil cruzar los doce metros que nos separan de la otra acera», explicó.

José Ignacio Iglesias, Ángel García y Matilde Sánchez entraron en un diálogo, cada vez más encendido, por la mala planificación de las obras.

-Ángel García. Lo que tenemos que hacer es salir todos en manifestación porque no hay derecho a que cierren una calle de medio kilómetro de esta forma.

-José Ignacio Iglesias. Pensábamos que antes de cerrar más iban a abrir el primer tramo, pero nos engañaron. Van retrasados y ahora quieren acelerar como sea.

-Matilde Sánchez. ¿Y la vuelta que tenemos que dar para ir a los contenedores de la otra acera? Para la gente mayor es imposible.

Carmen Delmiro, que sale en ese momento de un supermercado, se une a los comentarios. «Yo vivo en la otra acera y tengo que ir cargada porque no hoy otro sitio donde comprar. Está bien que hagan las obras, pero que dejen paso. Hay que manifestarse ante la Alcaldesa».

Rogelio Carballés no entiende como Dulce Gallego, concejala de la EMA, no informó en la Comisión de Urbanismo de las obras; y Nieves Rius lamentó el abandono de una calle «muy desaprovechada pese a que tiene muchas posibilidades».

Carlos Crespo, distribuidor de butano, está harto: «Están cortados 40 portales y no llevamos precisamente chocolatinas. Además no hay zonas de carga y descarga y nos exponemos a una multa, porque hay que dejar el camión en la esquina. No son conscientes de lo que hacen».