Su teléfono móvil no para de sonar. Encargos, reuniones y breves comentarios sobre cualquiera de los proyectos en los que está trabajando simultáneamente o sobre aquellos ya terminados que presentan algún tipo de novedad. Cuelga el teléfono y apunta un número o una nota en una pequeña libreta negra en la que, confiesa, en ocasiones no entiende nada. Alejandro Zapico vive en ese pequeño caos organizado propio de quien no puede estar sin hacer nada y tiene muchos frentes abiertos. Independizado desde los 18 años, lleva desde el año 2000 dedicándose a «contar historias» como «freelance», sacrificando la estabilidad laboral y económica en pro de la libertad creativa y la elección de sus propios proyectos.

-¿Cómo renuncia alguien a un sueldo fijo todos los meses?

-Tuve sueldos fijos. Trabajé en Madrid durante un tiempo, pero al final acabas en esto porque crees en otro modelo de vida. Por lo que yo hago, o por lo que intento hacer, era mucho más difícil estar fijo en una empresa. Además, también era muy difícil encontrar trabajo para los que no teníamos una formación específica en ese campo, así que tenías que buscarte la vida por tu cuenta. Luego te vas acomodando a ser «freelance», a ir por tu cuenta, y sigues adelante.

-La figura del periodista «freelance» es muy americana, pero en España no es habitual, ¿no?

-Yo creo que sí, lo que pasa es que siempre hubo más diseñadores gráficos, pintores o músicos «freelance». En la prensa sí es verdad que funciona más entre los fotógrafos que entre los redactores, por ejemplo, y en Asturias hay pocos, quizá porque es más difícil buscarte la vida como independiente.

-¿Y la libertad en su manera de trabajar merece el sacrificio económico en una época como ésta?

-Siempre eres un tirado. En primer lugar, yo creo que nadie es «freelance» de verdad. Siempre tienes tu pequeño acuerdo con una empresa, con alguien que sabes que todos los meses te pasa algo. No eres tan independiente. Pero si hablamos de rentabilidad, para mí es muy rentable. Es verdad que no siempre puedes elegir lo que quieres hacer, porque necesitas comer y sacarte un pequeño sueldo, pero, hasta el día de hoy, la mayoría de los temas que he hecho los he elegido yo. Aunque, como decía, nunca eres libre del todo, porque, a veces, cuando quieres hacer una historia, necesitas hacer primero otra para poder financiar ésa.

-¿Qué tipo de historias le gusta contar que no pueda llevar a cabo desde una empresa?

-La cuestión es que las historias que yo quiero contar me llevan muchísimo tiempo. No me gusta ir a un sitio, sacar unas fotos y ya está. Para mi último trabajo, «El Astillero», empezamos en el año 2000, aunque el trabajo más duro fuera al final. Son siete años. Ahora estoy con un documental de la cárcel de Villabona y todos los martes, desde diciembre, subo a la prisión a estar con la gente, a hablar con ellos, y no he metido una cámara todavía ni voy a meterla en todo el año. Quiero conocer una historia, y para eso quiero conocer a la gente. Eso, económicamente, no es rentable para ningún medio.

-¿Cómo se sufraga esos años de trabajo hasta que el producto final está acabado y le sale rentable?

-Al final es un encaje de bolillos. Yo no mido lo que hago por jornadas ni por trabajos. Voy pagando mis gastos día a día, y no sé si al final va a ser rentable económicamente o no. No lo sé. Pero un mes voy bien porque vendí unas fotos, y otro voy bien porque monté una exposición, y voy facturando para seguir con lo que quiero. Ahora me ha salido un viaje que tenía pendiente. Pues lo dejo todo, hago el viaje y a la vuelta lo facturo y sigo subiendo a Villabona.

-Y una vez que está terminado un proyecto, ¿qué hace para venderlo?

-Eso es complicado. Vas «mendigando», ofreciéndolo. Vives un poco mes a mes. Este mes libras, este también, y así vas librando.

-Con ese plan, ¿qué expectativas de futuro tiene?

-No lo sé. Hombre, yo cotizo. Siempre tienes pequeños acuerdos con alguna empresa, como dije. En el futuro me gustaría seguir haciendo exactamente lo que hago ahora, pero con más medios. Espero en unos años tener ingresos suficientes para poder pagar a un equipo de gente y trabajar en un proyecto conjunto mucho más grande.

-¿Siempre con Gijón como base?

-Soy de Gijón y estoy encantado con Gijón, con Cimadevilla y con el barrio viejo de Gijón. Quiero seguir viviendo en Gijón durante toda mi vida, pero tampoco sé qué va a pasar.

-¿Diría que es imprescindible viajar para ser «freelance»?

-Lo bueno que tiene vivir en Gijón es que, si viajas y tienes historias, a lo mejor es más fácil moverlas luego, porque a lo mejor no hay tantas, o hay menos competencia. No lo sé. Pero sí, hace falta viajar. Ahora tengo un par de viajes. Además, llevo aquí sin salir año y medio, y yo, mentalmente, necesito irme fuera. De momento, me interesan las historias de aquí, pero también quiero descubrir otras. Te metes en esto también porque te gusta viajar, conocer gente, conocer otras culturas.

-Generalmente son historias duras, de conflicto o de extrema pobreza. ¿Hay que estar hecho de una pasta especial para ser «freelance»?

-No, no lo creo. Mucha gente hace cosas de éstas. Puedo estar un tiempo en un campo de refugiados o en un sitio de conflicto, pero vuelvo a mi casa con mi nevera llena. Hay una cosa muy buena que aprendí de Javier Bauluz, y es que la gente que está allí pone todo para que tú estés allí, y quieren enseñártelo, y quieren que lo denuncies. Eso es lo único que te piden, así que cuando estás allí tienes que ser lo suficientemente duro para poder aguantar, venir y contarlo, porque a veces la gente se juega el pellejo para que tú estés allí. Eso me ha pasado en el Sahara. No puedes permitirte el lujo de derrumbarte.

-¿Es inevitable implicarse personalmente en esas historias?

-Sí, claro. Es que llegas a hacer amigos. Una historia no la hago en diez días. Cuando estuve en Guatemala, estuvimos tres meses, y otros tres en Angola. Y hablo en plural porque no estás solo. Estás allí, pero tienes gente que te echa una mano. Javier me ayuda desde aquí, Cris me echa una mano con su sueldo para que yo esté viajando... Por ti mismo no podrías hacer muchas de las cosas que haces.

-¿Cuál sería su historia soñada, la que realmente le gustaría poder llegar a grabar?

-Mi historia soñada es casi siempre la última. Ahora mismo, mi historia soñada es rodar sobre el módulo terapéutico de Villabona, que es lo que estoy haciendo.