En la parroquia cantamos muchas veces a Cristo libertador y repetimos este estribillo: «Cristo nos da la libertad, Cristo nos da la salvación, Cristo nos da la esperanza, Cristo nos da el amor». Desde mi querida Iglesia oigo estos días llamadas a liberar de varias esclavitudes y constato con alegría que hay mucha gente comprometida en la lucha liberadora que inició Jesús.

Esclavitud infantil

El 16 de abril de 1995 fue asesinado en Pakistán un niño cristiano, Ikbal Masih, que había sido esclavo y se propuso defender, asociadamente, los derechos de los niños como él. Hoy sigue habiendo niños soldados, niños prostituidos en redes que promociona el turismo, niños trabajando en fábricas más de 12 horas. Son más de 400 millones de niños los esclavizados por un sistema económico criminal.

El Movimiento Cultural Cristiano -muy querido para mí- nos invita el próximo miércoles 16 de abril, a las 8 de la tarde, a ir al paseo de Begoña, para hacer una concentración silenciosa contra la esclavitud infantil. Nos convocan incidiendo en dos cosas: primero, que se puede ser joven y vivir un ideal solidario, y segundo, que está en nuestras manos acabar con esta lacra que azota a millones de niños como los nuestros. ¡Allí estaremos!

La pobreza y el hambre

El arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico y observador permanente vaticano, intervino el día 4 de abril en Nueva York, en la 62.ª sesión de la Asamblea General de la ONU, durante el debate sobre el tema «Reconocer los éxitos, afrontar los desafíos y recuperar el rumbo para el logro de los objetivos de desarrollo del milenio en 2015».

En su discurso, el Arzobispo recordó que se está ya a mitad de camino desde cuando, en el año 2000, jefes de Estado y de Gobierno se pusieron de acuerdo sobre «una serie ambiciosa pero necesaria de objetivos para el desarrollo global a alcanzar en 2015». Aunque se ha avanzado algo, tenemos que reconocer que la extrema pobreza, el hambre, el analfabetismo y la falta de la más fundamental asistencia sanitaria están todavía muy extendidas, e incluso empeoran en algunas regiones. La delegación vaticana considera necesaria una mayor solidaridad internacional si se quiere lograr limitar la creciente brecha entre los países ricos y los pobres, y entre los individuos dentro de los países.

Gracias a Dios, miles de instituciones educativas de la Iglesia católica están situadas en las ciudades más degradadas y en aldeas remotas, en la periferia de las grandes metrópolis y en lugares en los que los niños están obligados a trabajar para sobrevivir.

Donación de órganos, donación de vida

El cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, acaba de publicar una carta pidiendo la donación de órganos par salvar vida humanas. El trasplante de un órgano, dado y extraído del cuerpo de una persona clínicamente muerta -hecha en unas condiciones que respeten tanto la dignidad del donante difunto como la del beneficiario- es actualmente un medio al que se puede recurrir para salvar la vida de ciertos enfermos o para poner remedios a carencias físicas muy penosas, como las repetidas sesiones de diálisis.

En la encíclica «Evangelium vitae» Juan Pablo II decía que una de las maneras de promover una verdadera cultura de la vida «es la donación de órganos, hecha de una forma éticamente aceptable, que permite a unos enfermos, que a menudo no tienen esperanza de curación, encontrar unas nuevas perspectivas de salud y de vida». Los obispos de Francia, en una nota publicada por su comisión de acción social en 1996 pedían tomar conciencia de que la muerte puede llegar de forma imprevista, y que a veces esta muerte puede convertirse en la ocasión para realizar un acto de solidaridad de gran valor, e invitaban a una reflexión personal y a hablarlo en familia y en el interior de las comunidades parroquiales o de las asociaciones cristianas.

José María Díaz Bardales es párroco de Fátima en La Calzada.