Ya está, España vuelve al espíritu de la subvención, a la ayudita y al analgésico del Estado paternal. El PSOE encandiló a la mayoría de almas pedigüeñas con sus ofertas comerciales y ganó las elecciones: mano dadivosa, tolerancia y buen rollo financiado por el contribuyente.

Me alegro de que los socialistas den a la juventud todo eso que dicen para que se emancipe, tenga ordenador o se compre unos calzoncillos de Calvin Klein, mientras, según dice Rajoy, suben los huevos y el pollo; y al «sin carisma» le baja la moral y la libido.

Muy joven yo ya no soy, no me corresponde subvención alguna, así que, como parece ser que a las arcas aún les queda remanente, y Zapatero dijo aquel 9 de marzo en el que volvió a ganar las elecciones del que no quiero acordarme: «Gobernaré para todos, pero, especialmente, mirando a quienes no tienen de todo», pues hete aquí que yo quiero mirar a quien tiene de todo, es decir, a Beyoncé, o sea, que ya me están dando una subvención para que pueda ir a verla, que tengo una depresión muy grande después de la victoria socialista, y, al menos, de esta manera se me ayudará a olvidar.

Desde aquel fatídico domingo no he dejado de llorar. Tú no sabes lo que estoy pasando: claro, como tú habrás votado al PSOE, julay, a ti mis lágrimas te traen al pairo. Tengo tal depresión poselectoral que hasta me entran ganas de solidarizarme con los comunistas, víctimas de ese «tsunami» bipartidista del que habla el señor de la barba, quien, a pesar de ser despreciado por mor del sufragio, se va a Madrid al hemiciclo; se rumorea que para fregar las escaleras. ¿Cómo es posible que su partido, teniendo más votos que los nacionalistas, tenga menos representatividad en nuestro futuro Parlamento vasco-español de pan con tumaca. Es que es para pegarse un tiro, caramba. En fin, no sé, que estoy más triste que Llamazares, jolina, que a esto no hay derecho, que no es sano tanto socialismo, tanto nacionalismo y tan poco sentido común, joe. Pronto se agotarán las arcas de la subvención pluridiversa, y entonces ya veremos.

La filosofía comanche de Zapatero nos ha traído la Alianza de Civilizaciones, a los sioux tocando danzas, no sé si ecológicas o guerreras, delante del puesto de castañas que inicia la emblemática calle Corrida, tradicionalmente de gente fina más bien afín a los federales.

¿Habrá arcas más generosas, más multiculturales y más paritarias que las de la filosofía comanche?: ayudas para la vivienda emancipada, para el retornado, para el emigrante, para el paseante y para cualquier magnate -me saltó el corrector y me sustituye «mangante», por «mandante», pero ése, «el mandante» ya tiene vivienda a todo trapo, que para eso se perpetúa en el poder.

Previo a la desgracia del 9 de marzo este vaquero compinche de Buffalo Bill había ofrecido públicamente inmolarse si volvían a ganar los socialistas: me acojoné y me eché atrás; siento defraudar, pero también la democracia me ha defraudado y estoy dolido.

Mis amigos de izquierdas se burlan de mí y me humillan en las sidrerías. No sabes lo que estoy pasando por culpa de tu voto inconsciente. ¡Qué angustia!

Sé que has votado al PSOE, así que a partir de ahora te trataré de usted. ¿Sabe usted lo que digo? Para aterrizar de nuevo en el mundo «al derechas» se necesita ver una película de vaqueros, de las de John Ford; no se lleve usted a engaño: es la mejor manera de diferenciar el bien y el mal. Unos indios bien metidos en vereda, elegantes uniformes azules guiados por John Wayne son la base de la justicia bien entendida, del buen gusto, de la higiénica distancia frente a la extravagancia y las malas costumbres.

¡Hala, a ver cómo le sienta esa a usted!, que para mí dejaste de ser «tú» desde que votaste a los socialistas, traidor, ¡qué manera de hacer el indio!

Ya no sé lo que nos queda a la gente un poco consciente, ya no digamos a la gente un poco fina. Ahora sí que una inmolación personal sería una buena respuesta a las urnas del 9 de marzo, después de todo lo que he dicho y escrito de los socialistas, ¿qué me queda?, si supieras cómo estoy llorando al escribir estas líneas.

Se me pide una fe ciega para afrontar este trance de decepción. Yo ya no creo más que en la rotundidad de la trastienda de Beyoncé, de la misma manera que el votante del PSOE no cree más que en las ayudas del Estado, «el puestín» y «el chiringuito» es su fe, boba, es su motivación electoral, no tiene más aquello.

La democracia no ha tenido corazón conmigo, no sabes cómo lloro, sólo encuentro refugio en la sidra y en el «Interview». No sé qué será de mí; creo que soy un fracasado que no convenzo. ¡Buaaa...! No te rías, cacho socialista, que ya te tocará a ti.

Félix González Revilla es profesor.