L. NOSTI

«El espíritu de la danza no tiene color, no tiene forma definida ni talla, pero tiene el poder de la unidad». El comienzo del manifiesto por el «Día internacional de la danza» 2008 no quedó en palabras vacías. Demostró su fundamento en el espectáculo ofrecido ayer en pleno paseo del Muro por la Asociación de Profesionales de la Danza de Asturias (APDA), representada por las alumnas del gimnasio Ritmo de Oviedo, la Escuela de Danza Belén Novo, el Taller Tres de Mercedes Martínez, Luisa Núñez de Avilés y las escuelas de danza Elisa Novo y Alejandra Tassis. Más de un centenar de bailarinas y bailarines aficionados que dejaron de lado la defensa de su especialidad para dar vida, todos juntos, a una gran demostración de la expresión del arte a través del movimiento.

La elegancia del ballet clásico, la fuerza del baile español y la sensualidad de la danza oriental compartieron escenario con el ritmo y la energía de la contemporánea y lo exótico del baile africano, representado, en este caso, por el profesor Cheick Deme Sea, de la compañía Immababazy. Fue el único profesional que demostró sus habilidades ante la multitud que se arremolinó a la altura de la Escalerona. Centenares de personas, la mayoría cámara en mano, trataban de abrirse paso hasta las primeras filas para sacar una foto a sus hijas y nietas, llegando incluso a pasar al otro lado de la barandilla que protege a los transeúntes del paseo de precipitarse a la playa. Hubo también quien decidió, ante la dificultad de encontrar un buen ángulo de visión, bajar a la arena para contemplar a las pequeñas que, apoyadas en esa misma barandilla a modo de barra, demostraban la elasticidad de sus cuerpos y despertaban comentarios entre el público: «Madre mía, si intento hacer eso me rompo», exclamaba una mujer mientras se tapaba la boca con la mano contemplando cómo una joven de clásico elevaba su pierna por encima de la cabeza.

Mientras tanto, las responsables de las seis escuelas que tomaron parte en la demostración trataban, aceleradas, de coordinar el espectáculo. A pesar de la corta edad de muchas participantes, los mayores problemas vinieron de la mano de la ansiedad de los espectadores por colocarse en el mejor sitio posible, un inconveniente que retrasó el comienzo de la actuación en un intento de que las bailarinas dispusiesen del espacio necesario para llevar a cabo su coreografía.

Las primeras en enfrentarse a los cientos de ojos expectantes fueron las chicas de ballet clásico, con ejercicios de barra y centro. Primero, las pequeñas. Luego, algo más avanzado para las mayores. Al finalizar, fue el turno del baile español, en el que el remango de las que no levantaban más de un palmo del suelo hizo las delicias del público. Cuando llegó el turno de la demostración de las mayores, la ternura se tornó en admiración por los movimientos apasionados y sugerentes de las chicas, ataviadas hasta el último detalle con la indumentaria más tradicional del sur de España.

Los velos y el tintineo de las monedas de la danza oriental compartieron escena y canción con las chicas de la danza del vientre y dos jóvenes que aprovecharon la misma música para hacer una coreografía intensa y frenética de danza contemporánea. El punto final lo puso el africano Sea, al ritmo de los tambores, que, si bien comenzó su baile solo, pronto recibió el apoyo espontáneo de sus alumnos, que se le fueron uniendo progresivamente llegando a copar todas las miradas por la alegría y la intensidad de sus movimientos.

Una exhibición que, durante más de una hora, captó la atención de viandantes y curiosos y dejó patente el entusiasmo de aquellos que encuentran en la danza la mejor forma de expresión. «Los sonidos de nuestros corazones y nuestra alma son nuestro ritmo. Cada uno de nuestros movimientos revela la historia de la humanidad. Es el elemento en el cual el espíritu humano puede abrazar la libertad absoluta», recitaba Alejandra Tassis a través del micrófono. «Celebrad el "Día internacional de la danza". Usad vuestra pasión por la danza y unificad vuestra comunidad de danza. Y lo más importante: sed los mejores que podáis ser. Somos capaces de permanecer unidos a través del poder y del espíritu de la danza».

Ella lleva celebrándolo 21 años, desde que en 1987 Asturias fuera la primera comunidad autónoma española en decidir darle a este día un significado especial. Ayer fueron las alumnas las encargadas de poner sus conocimientos al servicio de esta celebración. Mañana, martes, la bailarina Alba María Fernández, especialista en danza contemporánea, compartirá escena con ellas en la gala que acogerá el teatro Jovellanos, a las ocho y media de la tarde.