Teté F. BALSEIRO

Es ley de vida. Todos, en algún momento, dejamos la casa familiar para independizarnos. De la misma manera, en muchas ocasiones hay un reencuentro con los hijos en la tercera edad. Pero cada vez menos la vuelta al hogar significa una convivencia bajo el mismo techo.

La esperanza de vida se ha elevado de forma notable, lo que hace que muchos lleguen a los 70 y 80 años sin darse cuenta. Eso quiere decir que existen muchas situaciones con necesidad de ayuda, con dependencia de otras personas, y que se necesite un cuidador en la misma casa o una residencia acondicionada debidamente para atender a los mayores y que se sientan a gusto. En el primer caso, el especialista advierte que, una vez tomada la decisión, de acoger al padre o madre en casa, ésta tiene que acondicionarse de manera adecuada para satisfacer las necesidades del recién llegado. Los baños deben tener fácil acceso, a ser posible con una ducha a ras de suelo y con un asiento móvil, así como las camas estar instaladas a una altura que posibilite el subir y bajarse de ellas sin peligro. Tampoco es aconsejable que la habitación se adorne con alfombras que puedan hace perder el equilibrio y conviene que en ésta se instale un timbre con el que poder avisar de cualquier emergencia o problema, por pequeño que sea.

Todos estos detalles son primordiales a la hora de integrar a un familiar mayor en el hogar dispuesto para jóvenes. Y son también primordiales los consejos del profesional.

Desde hace tiempo han aparecido en el sector laboral centros especializados en este tipo de servicios a domicilio. Avalados por una profesionalidad intachable, ponen a disposición del familiar la ayuda que éste necesita para cuidar en las mejores condiciones al mayor que ha comenzado a convivir en la casa. Porque el trabajo del día a día hace que en muchas ocasiones las personas que conviven con el mayor no puedan dedicarle el tiempo que éste necesita, que es mucho.

Las residencias para ancianos son otra opción. Allí se encuentran atendidos y vigilados en todo momento y comparten las actividades diarias con sus compañeros. Las enfermedades y achaques frecuentes en la edad se convierten en menos aplastantes. En toda la ciudad y alrededores suelen estar ubicadas en lugares rodeados de zonas verdes y ajardinadas, lo que las hace más atractivas y cómodas. En ellas el anciano se encuentra como en su propia casa, con el añadido de que está cuidado en todo momento. Sus medicinas, comidas y atenciones diarias están resueltas.

Lejos de ser unos lugares tristes, las residencias o geriátricos son los verdaderos hogares de muchos de los ancianos de nuestras ciudades.