Teté F. BALSEIRO

En muchas ocasiones el trabajo y la propia vida imposibilitan atender, como se merecen, a los mayores. Por esa razón cada vez son más las residencias y los geriátricos que ofrecen sus servicios. La profesionalidad de todos aquellos que se dedican al sector queda más que demostrada y el cuidado que profesan a los que allí conviven es una de las características más destacadas de este tipo de centros.

Las residencias pueden estar ubicadas en pisos o rodeadas de naturaleza. En el caso de las primeras, suelen convivir personas que gozan de buena salud, pero necesitan la ayuda de los profesionales para que les hagan las tareas diarias y, lo más importante, no estar solos.

Los geriátricos de mayor capacidad suelen encontrarse a las afueras de las ciudades. Rodeados de zonas verdes y ajardinadas, son el verdadero hogar de los que allí residen. Entre los compañeros siempre se consigue un vínculo de familiaridad que hace que la última etapa de la vida se disfrute en toda su plenitud.

Pero hay que contar con que los años vienen acompañados de enfermedades y dolencias. Sean o no graves, los achaques estarán más que controlados por los especialistas que trabajan en las residencias para ancianos. La mano del doctor y la amabilidad de las enfermeras y auxiliares que están pendientes en cada momento de cada residente hacen que éste se sienta tan seguro como cómodo y atendido. Las habitaciones, sean individuales o compartidas, suelen estar decoradas con mobiliario cómodo y hogareño, así como sus baños preparados con ducha al ras del suelo y timbre a mano. Nada debe descuidarse, para no perturbar el ambiente de comodidad y cariño. Si a lo anterior añadimos la buena cocina y las actividades de entretenimiento, el día a día de un anciano o jubilado estará repleto de sorpresas y entretenimiento, lo que necesita la persona que por circunstancias o enfermedad se ve obligada a acudir a una residencia. El cariño y ambiente familiar harán que la vida sea más confortable.