Albina FERNÁNDEZ

«La regasificadora no debería construirse en el puerto de El Musel, no es el lugar adecuado porque contradice varias normativas, y para luchar contra ella y controlar la distancia con las zonas habitadas os aconsejo que utilicéis la ley». Es la opinión de Manuel Amorim, profesor de la Escuela de Ingenieros Navales de Ferrol, experto en construcción naval y técnico que asesoró al Ayuntamiento ferrolano y a los movimientos ciudadanos en la presentación de alegaciones contra la gasificadora que construyó Reganosa en la ría de Ferrol. El profesor gallego pronunció ayer una conferencia sobre los «riesgos de la regasificadora», organizada por el movimiento ciudadano «Regasificadora Non» en colaboración con el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. La gran afluencia de público, que llenó el salón de actos de la Biblioteca Municipal, demostró el interés por este proyecto.

Amorim desgranó la normativa que regula la construcción de las gasificadoras. Y citó la Directiva Europea 96/82/CE, conocida como ley Seveso, que recoge «las medidas de control de los riesgos inherentes a los accidentes graves en los que intervengan sustancias peligrosas», como las regasificadoras. La citada normativa exige una información veraz en los medios de comunicación, boletines informativos de los ayuntamientos, audiencias públicas, páginas web con los pros y los contras, jornadas informativas y, sobre todo, la participación ciudadana, «que es vital y con capacidad de decisión», señaló.

Amorim advirtió que la ley Seveso exige un estudio de riesgos validado por un organismo independiente, y recordó que en Asturias sigue vigente el Reglamento de Actividades Molestas, Nocivas y Peligrosas, que prohíbe ubicar este tipo de industrias junto a la costa. Respecto a la distancia, esgrimió la normativa americana NFPA 59A y la europea 1473, que hablan de una zona de exclusión libre de viviendas de al menos 600 metros. «No permitáis que la empresa eche mano de la norma CPR 18 europea, como hicieron en Ferrol, porque es para industrias químicas no energéticas», informó. Pero aún hay más normativa en contra de la regasificadora de El Musel, que estará en funcionamiento en 2011 según Enagas. «Tanto la ley de Puertos como la Sociedad Internacional de Armadores prohíben este tipo de industrias en puertos comerciales y en zonas donde atracan los buques mercantes», explicó.

El profesor huyó de cualquier alarmismo. «Es verdad que es como tener un polvorín en El Musel y, aunque es bastante improbable que ocurra algo muy grave, puede ocurrir y de hecho la normativa se hizo porque existe el riesgo. Lo que hay que hacer es cumplirla y colocar las regasificadoras en lugares adecuados».

El principal riesgo son las fugas, y en los casos más graves, que pueda arder y se forme una nube de gas. Si la fuga es de 50 milímetros de diámetro, explicó Amorim, la distancia afectada por la dispersión del gas sería de unos 1.274 metros, pero si el agujero es entre 1 y 5 metros aumentarían sus efectos hasta los 4 kilómetros. «En un accidente grave en El Musel, y según el viento, afectaría a gran parte de la ciudad. No es probable que pase, pero insisto en la importancia de tomar todas las medidas posibles».

Amorim explicó que el gas licuado es caro «porque hay que licuarlo en origen a menos 162 grados y luego calentarlo, aunque en este proceso utilizan el agua del mar para abaratar costes», y porque el precio nunca es fijo al venderse los barcos al mejor postor, y precisó que una alternativa más barata a las regasificadoras son las conducciones por tubo del gas natural, aunque España sólo se suministra de Argelia y próximamente de Egipto. «Traerlo en barco es muy cómodo, porque se reduce su volumen 600 veces, pero también supone crear grandes tanques capaces de llenar seis millones de botellas de butano cada uno, y eso tiene sus riesgos porque forman un verdadero polvorín», concluyó en medio de un gran aplauso.