Maribel LUGILDE

¿Es el medio ambiente un desafío para la literatura? La mesa redonda que pretendía abordar este interrogante en el marco del XI Salón del Libro Iberoamericano ofreció tantas respuestas como autores. La pregunta, llevada al cosmos de cada creador, se convirtió en nuevos motivos de reflexión. La más pegada a la tierra fue la española Marta Magadán, quizás por el perfil de investigadora y escritora científica. «La literatura es una herramienta de cambio, de reivindicación y educación, más poderosa que el análisis económico», dijo, y para argumentarlo repasó a autores que, desde Carlos Marx, detectaron la «disfunción» entre producir y sacrificar recursos naturales, y supieron trasladar sus inquietudes al discurso literario.

El ecuatoriano Javier Vascónez confesó que, al preparar su participación reparó en que la naturaleza aparecía en cada texto propio y ajeno en la medida en que refleja «el miedo ancestral del hombre por su desaparición de la faz de la tierra», porque «existe un formidable desfase entre la cortedad de las luces del ser humano y su capacidad destructiva». Ello no impidió que reconociera «cierta animadversión a los románticos naturalistas para los que Ecuador sólo es un paisaje» de manera que su paso por este rincón del mundo que inspiró a Darwin sus teorías no es capaz de ir más allá de los colibrís, las mariposas, las rosas, los murciélagos...

El argentino Lucas Chiappe arribó a la literatura desde su activismo ecologista en la Patagonia. La editorial que fundó, en el marco del proyecto «Lemu», ha sacado a la luz 30 títulos al servicio de una idea: «Hay que comprometerse con la protección del medio para dejar un futuro posible a nuestros hijos, o seremos cómplices de esta situación demente».

Dos formas de entender y de sentir el propio proceso creativo las sirvieron el guatemalteco Eduardo Halfon y el chileno Luis Sepúlveda. El autor de «El viejo que leía novelas de amor» confesó: «Mi literatura tiene la carga ética que le doy a mi vida, y a mi vida le doy la carga estética de la literatura. Yo siento hoy la naturaleza como un desafío con una urgencia terrible». Halfon reconoció disociar su «responsabilidad como escritor de la responsabilidad como hombre» y ser incapaz de influir en su propio proceso creativo para llevarlo por un camino determinado. Sin embargo, abrió los ojos a una realidad: «Como escritor, contamino». Porque escribir contamina a razón de un árbol talado por cada 100 ejemplares de libro publicado. De manera que bien podría evitarse este impacto sobre la Naturaleza instando a los autores a que contuvieran su arrebato creativo. Afortunadamente, la obstinación de estos extraños visionarios está muy por encima de su propia voluntad -cuando menos la de otros-. Salvadora palabra que contamina».

Por otra parte, ayer se hizo público el fallo del premio de poesía «Alonso de Ercilla», que convoca el Salón del Libro Iberoamericano, y que fue a parar al poemario «Del lugar de las piedras», de la escritora valenciana Dolors Alberola, procuradora en los tribunales. El jurado destacó «la profundidad y dominio del lenguaje que transmite desde una poesía muy arraigada que bebe de los clásicos». La autora, por su parte, dijo que como toda su obra, este «poema de amor basado en cosas que han pasado en la historia» lo que intenta es «anular el tiempo y el espacio y a la vez hacer memoria de determinadas cosas».