Acreditado por el éxito de «El viejo que leía novelas de amor», de Luis Sepúlveda, un clásico ya, el Salón del Libro Iberoamericano persigue cada edición convertirse en uno de los «referentes» de Gijón en el orbe literario universal. Inevitable resulta, por tanto, su comparación con la faceta literaria de la «Semana negra», con menor proyección internacional y sin parangón en participación popular, pero ambas con el más sólido apoyo institucional. Con todo, el equipo de Sepúlveda debe cuidar ciertos detalles para encarnarse en el universo gijonés que le acoge con tanta generosidad. Por ejemplo, ha trascendido ya al gobierno local que el Salón del Libro adeuda en un céntrico restaurante gijonés, desde 2006, la factura de una comida de 170 escritores. En fin, la eterna disensión entre el viejo dinero y la intelectualidad.