Eloy MÉNDEZ

Hace doscientos años Gijón era un polvorín a punto de estallar contra la invasión del Ejército francés. Las tropas napoleónicas se habían echo dueñas de la situación en la práctica totalidad de España; y Asturias no era la excepción. Desde Madrid llegaban noticias de la dura represión que los soldados del país vecino habían impuesto por orden del Emperador y de su hermano, el rey José Bonaparte. El pueblo gijonés cogió entonces las riendas de su propia historia y se echó a la calle para luchar contra un poder que entendían ilegítimo. Ayer, el grupo cultural Arhca, por encargo del Ateneo Jovellanos, organizó una recreación de la algarada del 5 de mayo de 1808, uno de los principales sucesos que conmocionaron a los gijoneses en aquel tiempo. Las inmediaciones de la plaza del Marqués se retrotrayeron doscientos años y por las calles de Cimadevilla volvieron a transitar gentes del pueblo llano entre soldados de la tropa de Regimiento Provincial de Oviedo. Fue, en palabras de los propios organizadores, «la mejor forma» de rendir homenaje a los héroes populares de la guerra de la Independencia.

Aproximadamente medio millar de personas presenciaron la exhibición detrás de unas vallas colocadas a escasos metros del palacio Revillagigedo. «Hay que tener en cuenta que los hechos que hoy interpretamos ocurrieron realmente en la calle Corrida, donde estaba por entonces el Consulado francés, pero por razones de seguridad no podíamos hacer allí la representación», aseguraba un miembro de Asociación de Recreación Histórica y Cultural de Asturias (Arhca). La simulación comenzó con los personajes del pueblo llano, a los que dieron vida miembros de la Banda de Gaitas «Villa de Gijón» y del Grupo de Danzas y Coros «Jovellanos», a las puertas de la casa de Paquet, Consulado francés años más tarde y hasta hoy. Estos sublevados pedían explicaciones al cónsul por el lanzamiento de unos panfletos contra la monarquía española. Los gritos y golpes contra la puerta se acallaron con la llegada de los soldados del Regimiento Provincial de Oviedo, que hicieron sonar la pólvora en defensa del diplomático y por orden del poder establecido.

A pesar de ser gijoneses, los miembros de este cuerpo provincial se vieron obligados a cargar contra el pueblo, «muy a su pesar», tal y como se recordó por la megafonía durante el acto. Una vez acallada la protesta, la segunda parte de la acción se desarrolló en el palacio Revillagigedo, que hizo las veces del acuartelamiento militar. Allí, el pueblo vuelve a pedir explicaciones a las tropas, ataviadas con los uniformes de la época, y éstas deciden finalmente no cumplir con el encargo gubernamental de reprimir las protestas. Un comportamiento heroico que ayer recibió el homenaje de los descendientes de aquellos héroes de la calle.