C. JIMÉNEZ

Las emisiones de CO2 a la atmósfera se incrementaron un cuatro por ciento desde 2002 por el consumo de combustibles fósiles, frente a la tendencia de los 20 años anteriores, en los que el incremento era de un 1,3 por ciento como máximo. Jorge Sarmiento, bioquímico de la Universidad de Princeton y especialista en los ciclos de carbono en los fondos oceánicos, es una de las personas que más ha contribuido con sus trabajados a la modernización de la química oceanográfica.

Sarmiento señala que, si se mantiene la tendencia actual en las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, será ya muy difícil de controlar los efectos del cambio climático. En este momento el mar ha dejado de captar los niveles de dióxido de carbono de otras épocas. Ese excedente de CO2 está siendo absorbido por las masas continentales, una cuestión para la que, de momento, no encuentran respuesta los científicos.

Sarmiento apuntó la posibilidad de que sean los árboles los que estén recogiendo este CO2 de más, lo que hace que éstos crezcan «más rápidamente». Pese a las alarmas sobre el problema de la deforestación del planeta, este experto aludió a la evidencia científica sobre la zona amazónica, en la que se pone de manifiesto este aumento en la velocidad de crecimiento de la masas arbóreas. «Contrariamente a lo que pudiera pensarse, hay menos deforestación», confirmó el bioquímico. Así, el excedente de dióxido de carbono que ha dejado de absorber el océano lo toman ahora los árboles.

Este cambio al que los científicos no encuentran aún explicación es debido al calentamiento global y al agujero de la capa de ozono, confirmó Sarmiento. No obstante, el científico apuntó que se trata «seguramente» de un cambio a corto plazo, de sólo unas pocas décadas de duración. Sarmiento indicó que otra de las consecuencias es la aceleración de los vientos del Oeste alrededor del Antártico.

Contrariamente a lo que pudiera pensarse, las consecuencias del cambio climático en los océanos son mayores para los mamíferos vinculados a las zonas polares que para las especies marinas. Harald Loeng, director del Institute of Marine Research de Bergen (Noruega), explicó durante su intervención en el Congreso internacional sobre los efectos del cambio climático en los océanos que se celebra en Gijón desde el lunes que la mayoría de las especies marinas están comenzando a desplazarse hacia el Norte y el Este como consecuencia del calentamiento de las aguas.

Esta tendencia ha hecho que algunos peces como el lirio (bacaladilla) hayan comenzado a desplazarse hacia latitudes del Norte donde antes no existían. También se han mudado de su hábitat natural la caballa, que ha subido hasta los 70 grados de latitud norte, y el bacalao. Esta cuestión podría generar problemas políticos entre los estados por el control de las pesquerías en un futuro próximo. Las anchoas también han comenzado a ocupar nuevos hábitats y ya hay zonas de desove en Noruega, donde cada vez están llegando cada vez más especies nuevas.

Loeng subraya que no existen evidencias que confirmen que el calentamiento de las aguas por efecto del cambio climático se traduzca en la desaparición de alguna especie marina.

«La subida de temperaturas es favorable a varias especies que han cambio sus zonas de desove y están comenzado a adaptarse a los mares del Norte», señaló este experto. No se esperan problemas en su acoplamiento a los nuevos hábitats. «Los pescados son muy inteligentes para adaptarse a los cambios», recalcó el investigador del Instituto de Investigación Marina de Noruega acerca de estas migraciones.

No obstante, advierte de que sí existe peligro para los mamíferos cuya vida está asociada a las coberturas heladas. Los osos polares y las focas rojas sí sufrirán los efectos del calentamiento global del planeta porque no pueden adaptarse a los cambios en el medio acuático. Ante la imposibilidad de que puedan desplazarse a otras zonas donde «no encuentran ni alimento ni hielo», ambas especies podrían resultar seriamente afectadas por el cambio climático.

En la actualidad quedan 30.000 osos polares y desde la semana pasada Estados Unidos los ha incluido en el listado de especies protegidas en aquel país.