Apasionado del mar en todos los sentidos, Luis Valdés, director del Instituto Oceanográfico de Gijón, ha dedicado gran parte de su vida profesional a estudiar los océanos, sus movimientos y microorganismos. Involucrado en numerosos proyectos marinos, el biólogo ha ejercido como coordinador en uno de los más importantes eventos celebrados en la ciudad, el Congreso Internacional sobre los efectos del cambio climático en los océanos, que ha tenido lugar durante esta semana y en el que han participado más de 400 expertos en oceanografía.

Aunque si es por hablar de experiencia, Luis Valdés está actualmente considerado por los círculos científicos internacionales como una de las personas más conocedoras de los efectos del placton. No en vano ha dirigido numerosos proyectos sobre dinámica y microbiología plactónica. Valdés, quien se define a sí mismo como «gijonés formado en ciencias», también es coordinador científico del consejo internacional para la exploración del mar.

Desde que finalizó sus estudios ha pertenecido a la plantilla del Instituto Oceanográfico de España, trabajando primero en La Coruña y después en Santander; pero fue hace siete años cuando le llegó la oportunidad de dirigir el centro ubicado en Gijón. «Arrancar un nuevo elemento de nuestra institución desde cero y tener la oportunidad de montar una serie de líneas de investigación atractivas, que estuvieran en la vanguardia científica», fue lo que le movió a lanzarse en esta aventura.

Y tal y como apuntan sus coordinadores dirige el instituto de forma responsable y con gran vocación. De Luis Valdés también cuentan que es un profesional, aunque un tanto exigente. Sin embargo, el responsable del Oceanográfico de Gijón se deja la piel en busca de medios, recursos y material científico con el que sacar adelante los proyectos, ninguno queda en el tintero por falta de recursos. Tal es su esfuerzo, que ha logrado que el Instituto Oceanográfico de Gijón sea un referente a nivel nacional.

Con residencia habitual en Santander, el director del oceanográfico se desplaza todos los días hasta Gijón para llevar a cabo sus tareas del día. Su móvil se encuentra activo desde las ocho de la mañana hasta últimas horas, ya que en numerosas ocasiones es el primero que llega al centro y el último en abandonarlo. Aunque Luis Valdés se lleva el trabajo a casa y viaja debido a sus responsabilidades internacionales y nacionales, también le queda un hueco para su familia. Los investigadores que colaboran a su lado aseguran que es reservado en el terreno personal y celoso de su vida privada, pero todos saben la dedicación de Luis a sus dos hijos y a su mujer.

En el tiempo libre que le permite el trabajo, el biólogo gijonés disfruta con una de sus actividades predilectas, las maquetas de los barcos. Luis es un experto y gran aficionado en este tipo de estructuras. Quizá por ello, una gran maqueta decora su despacho, regalo de Nando, patrón jubilado del barco oceanográfico «José de Rioja». Otra de sus pasiones son las visitas a cuevas prehistóricas en las que disfruta con las pinturas.

Pero sobre todo, Luis Valdés es un hombre dedicado al mar, a lo largo, ancho y sobre todo, a la profundidad del océano.