Cuca ALONSO

No le pregunté si hay algo capaz de sacarle de quicio, aunque quizá adivino la respuesta: nada o casi nada. José María Llinares, director de Patrimonios de Banif, es uno de los seres humanos más estables que conozco, y no lo conozco desde ayer, sino de varios años. Siempre con su sonrisa serena, el discurso de su razón a flor de labios y un equilibrado sentido común que le hace ser realista y práctico. Sin duda, es la persona ideal para trasmitir confianza, sobre todo en estos momentos de incertidumbre financiera. ¿Tenemos malas noticias? «Sin duda, pero de todo se sale. Por delante de este balcón han pasado ya muchas crisis, y si ésta es peor, sólo necesitaremos más tiempo para superarla».

Hijo de un capitán de la Marina Civil gallego y de una gijonesa, José María Llinares nació en Cádiz, en 1962. «Mis padres se habían conocido en una boda en Gijón y, casualmente, descubrieron que eran parientes lejanos». Contando cuatro años, su familia regresó a Gijón, instalándose primero en el barrio de El Carmen, y, poco después, en 1968, en Somió, para siempre. Casado con Begoña Benguría Felgueroso, son padres de dos hijos.

-Me llama la atención esa pulserita de surfero que luce junto al reloj...

-Son los colores de la bandera de Andalucía. La llevo porque me recuerda mis vacaciones en Sancti Petri, Cádiz. Cuando llegue el próximo 11 de julio, fecha del inicio de mis vacaciones, la tiraré, y al concluirlas, compro otra idéntica. Verla me sugiere felicidad.

-¿Dónde hizo el Bachiller, Jesuitas, o Corazón de María?

-Jesuitas, doce años, desde los 5 a los 17... De esa larga etapa, lo mejor han sido los amigos. Siempre hay que cruzar de acera para verlos, no vale un mero saludo. Hace tres años, celebramos el 25.º aniversario de nuestra promoción reuniéndonos en Casa Suncia, ya que Santiago Rivero es uno de los nuestros. Creo que ya no hay profesores curas como aquellos, y pienso que en el colegio se marcará un antes y un después, en relación con el padre Cifuentes. Ha cambiado todo tanto... Yo tenía un balón, y era un tesoro. Recuerdo que si alguna vez nos echaban de clase, con papeles y tiras de celo fabricaba uno para jugar con algún alumno más que corría la misma suerte. Los chicos de hoy disponen de tantas cosas, que han perdido la ilusión. En cierto modo, me considero un niño grande. Hay una fecha que es sagrada para mí, la del 5 de enero, con su Cabalgata. Suelo ir con mi familia a Montevil para verla salir... ¡Qué tiempos!

-Está usted lleno de nostalgia...

-Sí, fue un tiempo inolvidable. Íbamos a Navarro para depositar la carta de los Reyes en un gran Melchor que ponían a la puerta. En cuanto al colegio... Si antes, los curas, en mi criterio, merecían un 10, los que se ordenan ahora ya no tengo nota para evaluar su mérito.

-¿Es imprescindible la titulación en Ciencias Económicas para asumir una responsabilidad como la suya?

-No, yo me licencié en Derecho. Mi primera idea fue estudiar Medicina, con intención de hacerme cirujano, pero no puede alcanzar la nota que pedían en selectividad, así que pensé en hacer un año de Biológicas, y con el curso aprobado pasar a Medicina. Recuerdo que me llevaba mi padre a Oviedo para matricularme. «A ver, José, ¿para qué quieres estudiar Biológicas?», dijo. Cuando le expliqué que buscaba ser médico cirujano, aquello le impactó. Él había quedado en tierra a los 37 años, y a partir de esa edad se puso a estudiar Derecho. Se imaginaba que yo iba a seguir la misma carrera.

-Y lo hizo...

-Sí, porque mis cuentas de la lechera fracasaron al no aprobar todo el curso de Biológicas. Mi primer trabajo, una vez licenciado en Derecho, lo obtuve en Unión Financiera Asturiana, una empresa de capital exclusivamente asturiano, dedicada a operaciones de leasing, crédito... Tenían oficinas en Oviedo y Avilés, y en 1990 me encargaron gestionar la apertura de una oficina en Gijón. Lo cumplí, pero un martes 13 de octubre de 1992 pasé al Banco de Santander de Negocios, actual Banif. Ambas entidades se juntaron al comprar el Banco de Santander el Central Hispano, y en 2001 la firma asumió el nombre de Banif conservando la llama dorada del Santander. De pequeño, siempre decía al pasar cerca del precioso edificio del Banco de Gijón: «Cómo me gustaría trabajar ahí», y casi, casi... Llevo 16 años en Banif.

-¿Qué arroja esa etapa?

-Gran experiencia, excelentes relaciones personales con los clientes, y también muchas crisis: la de la renta fija, la de los países emergentes, la de Latinoamérica, el golpe de Estado de Rusia, la caída de las Torres Gemelas, la invasión de Irak, y otras. Y, por supuesto, la actual.

-La más grave...

-Creo que diferente. Habrá un antes y un después de 2008. Todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y llegó un momento en el que la cuerda no da para más. Como ha dicho el «New York Times», «la fiesta se acabó». Pero es muy pronto para prever el futuro y decir si habrá un nuevo capitalismo o no. En estos momentos, estamos parados, pero reemprenderemos la marcha, aunque es difícil encontrar solución. Los peores momentos quizá son éstos, y es preciso armarse de paciencia.

-Toda la culpa parece recaer en EE UU...

-No es justo. La culpa siempre es soltera y hay que verla en el estilo de vida de la sociedad capitalista, en la vorágine de ceder dinero. En España, en el pasado mes de octubre, se perdieron 190.000 puestos de trabajo, mientras que en EE UU sólo 150.000, aunque nuestra dinámica laboral es distinta. Tenemos que hacer un esfuerzo, como lo hicieron nuestros abuelos, dedicándonos a trabajar y gastando sólo en lo imprescindible. Hay que acostumbrarse a ser otra vez hormigas.

-En medio del derrumbe, el sistema financiero español parece sólido.

-Lo es, aunque su fortaleza no ha impedido que pasáramos un poco de incertidumbre. El verdadero problema, que ha desembocado en esto, es que todo se vendía porque todo se compraba. Hubo años de tipos históricamente bajos que propiciaron la caída de la renta variable, de las tecnológicas... El dinero se iba a los terrenos, a los inmuebles, a los bajos comerciales... Por otra parte, se produjo una reordenación de la manera de vivir que impulsó la necesidad de edificar; deseos de cambiar de casa o de adquirir una segunda vivienda, pisos para los inmigrantes... En Asturias esto nos ha pillado menos, porque aquí no hubo la inversión extranjera que se dio en el Sur y Levante, donde llegaron a un punto de saturación que al fin ha provocado frenazo y descenso. Las personas que pueden, esperan, refugiados en sus cuarteles de invierno.

-Y los arruinados en la Bolsa, ¿qué han de hacer?

-Hay que diferenciar dos tipos de inversores: el ahorrador maratón y el ahorrador velocista. El primero es el que tiene su cartera de valores a largo plazo, sabe que hoy vale menos, pero puede esperar tranquilamente. ¡Ah!, pero el segundo es otra historia, es el clásico especulador que necesita el dinero y, sin duda, lo está pasando mal. No queda más remedio que sentarse, como ha pasado siempre.

-¿Qué le diría hoy a un inversor?

-Que si tiene dinero líquido lo lleve a un fondo FIAMM (fondos de inversión de activos del mercado monetario) o a letras del Tesoro, donde dispone de liquidez inmediata, aunque el interés es bajo, en torno a un 3 por ciento.

-¿Detectan ustedes que el capital se está comportando así?

-Desde principios de este año, sí. La tendencia de la gente se dirige a rebajar el riesgo y esperar. A partir de mediados de 2009, puede que empecemos a ver alguna inversión. El dinero es el bien más preciado; por tanto, la confianza es fundamental para que el mercado se mueva y la situación respire dinamismo.

-¿Quién está ganando dinero ahora mismo?

-Los famosos HF (Hedge Funds), fondos con licencia para invertir, pero que van contra el mercado, al estar exentos de ciertas regulaciones. Gozan de enorme flexibilidad, pero sólo admiten individuos o instituciones de elevado patrimonio. Una de las intervenciones de Angela Merkel en el pasado G-20 se dirigía a esto, a ver cómo se pueden controlar los HF, reformando la normativa, pero no sé... Hay demasiados intereses creados en torno a ellos. También están ganado dinero los particulares que tenían su capital invertido en letras FIAMM.

-¿Dónde tiene usted sus ahorros?

-En letras y acciones, sin ninguna preocupación. Cuando surgen estas historias de crisis, el último que se mueve eres tú mismo, aunque no se crea; primero están los clientes. Nadie da duros a cuatro pesetas, y la prueba del 9 somos nosotros, con nuestra moderada economía.

-Hay quien no entiende la ayuda a los bancos, con los ejercicios que declaran...

-Pero fue una medida que ha tranquilizado a todos. Luego, el tiempo dirá si era necesario.

-¿Qué hace falta para ser cliente de Banif?

-Un capital superior a 300.000 euros. Como usted comprenderá, éstos no se cuentan por miles, sino por algunos cientos, pocos.

Soy amigo de mis amigos y siento verdadera devoción por mi familia, de modo muy especial por mi padre, que falleció hace tres años. El hecho de ser un gijonés de adopción no me ha hecho perder mi sangre gaditana, sino que procuro conservarla. Todos los años acudo a Cádiz para disfrutar de su impresionante Semana Santa. Como socio del Sporting, en estos momentos me siento feliz, aunque mantengo los pies en el suelo. Practico pádel y fútbol; en esta especialidad formo parte del equipo de veteranos del Real Grupo Covadonga desde hace 25 años y cada domingo jugamos un partido a las 9 de la mañana, seguido de desayuno y tertulia. En cuanto a mis características personales, creo que tengo muy buen carácter.